No busques con afán la gloria que te da tu amada profesión, recuerda, que no fuiste tú quien elegiste servir en toda ocasión al que sufre del cuerpo y mente sin razón, esa divina vocación que se viste de pureza y alba, es un don del corazón, que Dios te regaló, para que con humildad puedas salvar tu alma.
¿QUIEN ERES TÚ?
Tú que has escogido el camino del bien y que con tu obra alivias el dolor ajeno, no desistas en tu noble afán, al descubrir un día que eres tan mortal como cualquiera.
Que tu dolor se transforme en humildad y tu servicio en esperanza; para el niño que sufre, regala una caricia; al joven, el alivio de su alma; y para el viejo, el cariño del consuelo.
No permitas que el cansancio o la fatiga cambie tu actitud bendita, que tu dulce voz siempre transmita, el mensaje sanador tan anhelado, Dios permita el tenerte siempre a nuestro lado.
Si alguna vez dudaras de tu buen oficio y buscas tu extraviada identidad, Dios desde el cielo contestaría decidido, que eres el ángel de salud y caridad que envió a la tierra sumamente complacido.
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