Por no ser como son los que con su don dejan huella en esta vida, por no escribir de maravilla para llamar su amable atención, este remedo de escritor no presumido, pide perdón por la osadía, de querer emular a aquellos, que con una sola oración se ganan con gloria los premios de ocasión; pero, qué premio busco yo al pretender ganar su amable compañía por el camino de mi sentir y mi pasión: Una oración a Dios, para que sea mi guía en tan noble profesión.

EL ESCRITOR

Era una brillante luz
reflejando en la pared,
una silueta de mujer,
y en el sueño despierto,
parpadeando mis ojos,
tratando de ver la realidad.

La atrevida figura me retaba,
sabedora que tras de sí,
encontraría una dura pared,
de color gris y superficie fría.

Y fría debería poner mi mente,
para dejar de ver la fugaz aparición
y frías también mis ideas,
para no convertirlas en fantasías.

Jugarreta de deseo y de visón,
me hace sentir quijote confundido,
delirando en fiebre, temblando
de temor o de frío.

Homúnculo grotesco,
de retorcido pensamiento,
que goza rescatando del pasado,
la pretendida libertad del esclavo.

Escondido del sol candente,
para no delatar mi sombra
y de poner a salvo la conciencia,
de los implacables jueces grises
vestidos siempre de blanco.

Mas el ruido de mi sigilo traicionero,
delata mis pensamientos
y un grito lejano pone en claro,
mis ideas, mis palabras, mis acciones.

¿Quién está en mí? …
¿Acaso un filósofo ciego?
¿Acaso un poeta mudo?
¿O tan sólo un hidalgo, que cabalga,
persiguiendo sus sueños?.

Cualquiera que sea mi persona,
el que hoy escribe… ¡soy yo!
y aunque suela volar sin alas,
o respirar bajo el agua,
sé que soy un escritor.

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