La valentía del ser humano termina, cuando la enfermedad lo doblega, por qué tardarse tanto en reconocer que nuestra gran debilidad, es tratar de negar, la existencia de quien creó al universo y al hombre; por qué tanta necedad, por qué querer que todo se destruya y se derrumbe, el hombre lucha, habrá quien muera por la fe y el amor, y habrá quien se ponga de rodillas a rezar, para devolverle al Señor la sabiduría que sólo ha usado por instinto y por costumbre.

LA ANTORCHA DE LA CURACIÓN

Son mis manos en estos momentos, como una antorcha ardiente, es la forma en que responde mi cuerpo ante la adversidad, son hoy mis manos un instrumento que mide mi resistencia y me avisa del estado de la situación que está por llegar. Son mis manos el instrumento que habré de utilizar para limitar el mal; mis manos no actúan por propia voluntad, pues abierta la ventana espiritual a través de la oración, habrá de fluir la energía vital, que emana del Padre celestial para obtener la sanación.

Sí, la ciencia también fue creada por Dios, pero el mal siempre estuvo detrás, para que su uso no fuera en su totalidad un producto de bienestar, para coadyuvar, para restablecer el equilibrio entre la salud y la enfermedad cuando el mismo hombre le da un uso no racional a toda su creación.

Cuánta desconfianza hay en el entorno, cuánta falta de moral, ¿quién tendrá la razón para que se nuble lo mejor del hombre y en lugar de bienestar sus propósitos se conviertan en una terrible hecatombe?

Quién dijo que la fe no se traduce en bienestar; cuantas almas exitosas de la ciencia, tuvieron que doblegar sus rodillas para adorar al Hijo del hombre, al Dios de la vida y la verdad.

Hoy mis manos serán el instrumento del Señor para que regrese a mí, mi más preciado bienestar; llegará porque es la voluntad de mi Salvador.

No se intimide el mortal, no sea causa de escarnio o difamación, que si su fe es sólo por costumbre, mucho tendrá que trabajar para que la luz del Señor lo alumbre.

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