El pequeño hijo ve con admiración al padre, que con su fuerza y poder lo levanta fácilmen- te por el aire, pero pasado el tiempo el roble se vuelve frágil y cuando parece fenecer, al ver a su hijo ines- table, saca de su espíritu el poder, para regresarle la paz deseable.

MI VIEJO Lejos veía el día en que me ganara a pulso el puesto que ocupara entonces, con orgullo mi gran viejo. Recuerdo le pedía ayuda, y rápido aparecía el gesto, frunciendo como lo hacía, de la frente el entrecejo. La verdad, yo no sabía, si a mi solicitud era tan presto, o si al pedirlo, me estaba jugando sólo mi pellejo.

Ah, pero él sabía cómo estar preparado y dispuesto, presumiendo de amistades, orgulloso en el espejo. Amigos tenía muchos, sin distingo de todo presupuesto, y todos lo querían, como al más fino vino añejo. Lejos veía yo el día, en que mi hijo, para ser honesto, le pidiera ayuda a su padre, ahora su querido viejo.

¿Qué no hará un padre, por su hijo predispuesto, a sufrir los embates de un piso social tan disparejo? En apego a la verdad, entregar de su vida el resto, para quitarle la presión, de problema tan complejo.

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