Y ME PREGUNTAS SI TE AMO
De esas veces que nos damos tiempo para ir a descansar temprano por la noche, y aunque presumo de poseer una cama suave, no logro entender por qué amanezco dolorido del cuello, de la espalda, o de las dos partes, pero, lo mejor de todo, es cuando mi esposa, igualmente se consciente con el reposo oportuno, y al haber coincidencia en tiempo y espacio, la ocasión se presta para platicar de todo aquello que durante el día o la tarde no pudimos tratar, ya sea porque nuestra atención está dedicada a atender al prójimo, ya sea, porque el papel de abuela le exige a María Elena dedicarse al 100% con nuestros nietos.
Pues bien, en ese momento tan especial, ambos veíamos el techo, como si quisiéramos que nuestra mirada tuviese el poder de penetrar la gruesa capa de cemento y varilla para permitirnos contemplar el cielo, y con él, la luminosidad de las estrellas; d pronto ella dijo: Próximamente habremos de cumplir 44 años de matrimonio y me gustaría preguntarte si aparte de ser feliz has aprendido algo de mí.
La verdad no esperaba esa pregunta, pero seguramente ella tenía sus motivos para hacerla, e intuí que probablemente con mucha sutileza estaba tratando de mostrar alguna molestia que yo le causara en algún momento del día y que le había dejado alguna duda sobre la sinceridad de nuestra relación, entonces respondí lo siguiente: No ha pasado un sólo día que no aprenda algo nuevo de ti; he aprendido que al despertarme por las mañanas lo haga con el menor ruido posible para no ahuyentarte el sueño, he aprendido, calladamente, a darle gracias a Dios por tenerte a mi lado, a dirigirme a la cocina a las 5 de la mañana para prepararte el café como a ti te gusta, a darle 100 vueltas a la cuchara cuando mezclo la leche en polvo para que la mezcla quede perfecta y una vez realizada tal proeza subirte la aromática infusión y sin prender la luz dejarla en el buró próximo a la cabecera de tu lado, para que el vapor del mismo te acabe de despertar; he aprendido a recibir la gratitud de tu parte sin que digas una palabra y si la dices, igual me siento satisfecho; he aprendido a que te gusta que nuestra cama quede tendida como si no hubiésemos dormido en ella, a cederte el baño porque además de merecer todo mi respeto por ser mujer, porque te quiero contenta; he aprendido a desear que me hagas el apartado de mi pelo, no porque no sepa yo hacerlo, sí porque me siento amado cuando lo haces, he aprendido a dejar cada cosa en su lugar para evitar que te estreses, he aprendido a auxiliarte en la cocina para preparar el desayuno, a lavar los platos cuando se requiera, a despedirme de ti, no sin antes agradecer a la Virgen, el hecho de que te haya protegido durante la noche y te siga protegiendo durante el día; he aprendido a despedirme con tres besos como a ti te agrada , a frenar mi desesperación porque estoy saliendo tarde al trabajo, para escucharte preguntar qué deseo comer al mediodía; a llamarte cuando llego para decirte que no tuve contratiempos; he aprendido a ir directo a casa cuando salgo del trabajo y a verte suplicar a los nietos que se coman su alimento, a esperar a que termines ese afán, para sentarme a la mesa con la ilusión de que te sientes conmigo para poderte decir cómo fue mi día, he aprendido a ser tolerante cuando por lo general no termino de platicarte, porque tienes que atender el llamado de tus hijos; he aprendido a esperar pacientemente a que corrijas gramaticalmente mis artículos, pero la verdadera intensión es que puedas sentí el mensaje que te envío en cada uno de ellos; he aprendido a darte tu espacio bien merecido y a esperar pacientemente a que llegue la noche para poder dormir a tu lado.
Todo eso he aprendido y más, pero la mejor enseñanza que me ha dejado el estar contigo, es el amarte como tú quieres y como tú eres y a renunciar a mí mismo para que seas feliz. Si estabas pensando que estos 43 años de ser marido y mujer lo he pasado porque no tenía otra cosa que hacer, no te has equivocado, porque yo nací para amarte aunque parezca lo contrario.

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