Hombre y mujer.
Yo nacà de una luz brillante que vive tan lejos en el firmamento, que de parecer un cuento, resultó ser una hermosa fantasÃa.
Yo nacà de la plenitud de la luz, que anuncia con alegrÃa, la llegada al mundo de un nuevo y maravilloso dÃa.
Yo nacà del amor del Padre, creador de cielo y de tierra, que hiciera del hombre su obra más preciada con afán diseñada, a su imagen y semejanza.
Yo soy el hombre que Dios mandó a la tierra, para llenarla de esperanza, siempre y cuando éste no perdiera su confianza.
Yo nacà del amor que el Padre celestial me diera por su divina voluntad, y crecà en el vientre de mi madre terrena, un ser hermoso, noble y angelical.
Más, el hombre amado y consentido, sintiéndose sólo en el paraÃso, le pidió al Señor una hermosa compañera.
Asà fue que el hombre aprendió a vivir en compañÃa, y descubrió que de la mujer, emanaba una luz brillante que lo atraÃa, y empezó a poblar la tierra.
Yo soy el hombre que ahora vive pendiente de que su luz no se apague, pues su luz dependerÃa en adelante, del amor que lo dividiera en dos partes.
El hombre y la mujer, son ahora un sólo cuerpo, que necesita para resplandecer, del amor que entre ambos se genera, y que de separarse, sólo quedarÃan cenizas de lo que fue una gran hoguera, como señal de lo que hubiera sido y no fue, como Dios asà lo querÃa y debió ser, y que debido a al libre albedrÃo, no supo comprender.
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