Introspección
¿Qué haces cuando llega la hora azul, en esos momentos de melancolía y soledad, instantes de transición, cuando llega el fin de las horas de trabajo, o el fin de la luz del día, que es la que suele cargar de energía al cuerpo material?
Yo, busco en mi interior una respuesta a todo aquello que origina la soledad transitoria, esa que se manifiesta por sentimientos de soledad, evidenciando la indeseada sensación angustiante de estar solo, aún cuando se puede estar entre la gente.
Y en esa búsqueda encuentro recuerdos, la mayoría gratos, de situaciones que mantienen activo el deseo de emprender acciones que vivifican el cuerpo, den claridad a la mente y luz al espíritu para encontrar el camino de regreso a lo divino.
Y si son recuerdos felices ¿cuál es el motivo de que se asomen los sentimientos ingratos que mortifican el alma y deprimen el buen ánimo? El motivo radica precisamente en el hecho de que la felicidad, o los momentos de la misma, sean tan breves y en ocasiones dejen de repetirse, porque tales vivencias retratan el verdadero sentido de la vida, en un instante, en un lugar y con las personas a las que se ama y verdaderamente saben amar. El tiempo pasa y con él se van poniendo en evidencia los cambios de nuestros componentes fisiológicos, cognitivo y conductual; el sentir que no tenemos el control total de nuestro ser en estas esferas, nos hace experimentar una sensación de inseguridad, y que dudemos de nuestra entera capacidad para responder a los estímulos externos; pudiendo llegar a establecerse una negación de nuestra realidad y buscamos con afán el mantener un equilibrio entre el presente y el pasado.
Nuestra mente, por un lado, trata de convencernos de la necesidad de aceptar la realidad que nos impone el tiempo, pero procura tener abierto en espacio de subjetividad que nos permita mantener la estabilidad emocional apoyándonos en esos momentos de felicidad que experimentamos en el pasado y nos condiciona a tener la esperanza de repetirlos aunque con menor intensidad si se logra establecer una secuencia armónica de los elementos que se conjugaron para darnos esa sensación de satisfacción total en nuestra vida.
Seguramente tendremos muchos otros momentos de melancolía y soledad, pero también la imperiosa necesidad de no dejarnos vencer por estados ansiosos o depresivos que, de persistir, terminarían por encadenarnos a quedar estáticos por el resto de tiempo que nos queda por vivir.
“Y aún en su lozana vejez se multiplicarán; y se hallarán con vigor y robustez, para predicar que el Señor Dios nuestro es justo, y que no hay en él ni sombra de inequidad”.
(Salmo 91: 15-16)
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