El que tenga oídos.

Escucha a los callados que hablan con los ojos,

a los que abrazan cuando se sienten abandonados,

a los que lloran en silencio, porque les duele el alma.

 

Escucha a los corazones que laten fuerte, porque tienen miedo,

a los desamparados, porque tienen prisa por ser amados,

a los de ánimo de tonos grises, porque quieren ser iluminados.

 

Escucha al que habla sin abrir la boca y vive en silencio como una roca,

al que hace mucho ruido y parece que no dice nada,

al de mirada triste que emite sonidos con sus lentas pisadas.

 

Escucha al de múltiples dolores y no sabe en dónde está la herida,

al que come y no tiene hambre, al que bebe y no puede saciar su sed,

al que tiene mucho y no le alcanza, al que tiene poco y no da gracias.

 

Escucha al que grita y no se le entiende ninguna palabra clara,

al que siente un nudo en la garganta, y no puede emitir sonido,

al que tiene sueño y ya a dormido y confundido, se levanta.

 

Escucha también al que no quiere ser escuchado, porque algo tiene que decir,

al enamorado mal correspondido, al que perdió su trabajo,

al de arriba y al de abajo, al que habla escondido y entre dientes.

 

Escucha al de al lado y al del frente al que cubre sus labios con la mano,

al que le habla al hermano y ve cómo el viento se lleva sus palabras,

al que habla bajo el agua y espera que las burbujas lleguen a la superficie.

 

Escucha al que canta y al que silba, al que murmura,

todos ellos tienen mucho qué decir, pero les hace falta

quién reciba sus mensajes y entienda sus palabras.

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