El arroyo y la paloma

El eterno manantial de la montaña, donde emana el agua pura y cristalina,  que dio vida en su carrera cuesta bajo, al añoso arroyo que a su paso, refrescaba a la tierra tan querida, que sumamente agradecida, reflejaba los rayos del sol en las hojas, que como joyas preciosas parecidas a esmeraldas, al sentirse acariciadas, el natural verdor de su belleza exaltaba, teniendo sus raíces arraigadas a las márgenes del  aquel arroyo y su agua consentida, que fresca y siempre bendecida, gustosamente las alimentaba, para engalanar aquel paisaje, donde florecía la vida, sin pedir al Señor más nada.

Insectos, aves, ciervos y una gran diversidad de animales, gustosos llegaban al paradisíaco lugar, lo mismo que para saciar su sed, como para descansar, con la seguridad de no sucumbir por el hambre de un depredador o por la ambición infame del hombre que, sin razón, destruye la maravillosa obra que Dios obsequiara a la que consideraba su más perfecta creación.

Cuenta la historia de la región, que un día, cuando el añoso arroyo parecía triste y desolado por la falta de una buena compañía, para hablar de lo que era su pasión, llegó sin ser invitada, una hermosa paloma de vistoso color, que volando por el cielo parecía estar perdida, y que al ver desde lo alto el arroyo que corría, por lo que parecía ser el paraíso terrenal, sin pensarlo bajó para saciar la sed que la acogía, más siendo el ave vanidosa, vio reflejada su grácil figura en el agua, e imaginó, que era una diosa que se encontraba, por un hechizo encantada, por la magia del entorno y su esplendor, y enamorada, declaró su amor al viejo arroyo, quien agradeció por hacerle tal favor.

Cuenta la historia que el arroyo soñador, ante la imposibilidad de aquella unión, le pidió a su Creador, secara su torrente, para evitar que la paloma muriera ahogada, más el gran Señor convirtió a la paloma en un hermoso cisne de albo su color, para no romper con la armonía, de aquella hermosa fantasía  de amor.

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