De quién fue la culpa.

A quién culpar, cuando lo que más anhelaba ella era tener un hijo, ¿acaso fue la idea de que viviría por siempre en el prometido paraíso? O la sólida fe y la obediencia de que había aceptado por amor el sacrificio para salvar a la humanidad del pecado original.

¿A quién culpar, si la bestia irracional que todo hombre lleva en la cabeza, sólo piensa en comer la fruta prohibida del Edén convertida en la mujer para adornar el paisaje con su belleza?

¿A quién culpar si Dios que es todo amor, permitió que aquella flor llamara la atención de aquél que no buscaba una pareja, solo saciar la sed de su instinto natural?

¿A quién culpar cuando el hombre creado a imagen y semejanza del Creador, empezó a creer que era dueño y señor de todo lo que existía en aquel lugar y pensó que la mujer sólo era una fruta a comer para saciar su apetito?

¿A quién culpar, cuando por su indignante proceder el hombre fue corrido del paraíso, por desconocer que la mujer era su igual?

¿A quién culpar del resentimiento ancestral que el hombre tuvo que cargar por desobedecer a Dios y no querer compartir por igual con la mujer el divino paraíso?

¿A quién culpar cuando el hombre por su insensatez ha ido perdiendo su parecido con el Creador y con envidia contempla que ahora la mujer va a la cabeza de todo cuanto a él creía le debía pertenecer?

¿A quién culpar del hecho, de que ahora el hombre quiera ser mujer, para tratar de competir en inteligencia y en belleza, pero que fracasará en la gran proeza de engendrar la descendencia que le concedería la oportunidad para nacer a una nueva vida en la futura eternidad?

Entonces, la mujer dio a luz al Hijo del hombre, quien vino al mundo para salvarnos y enseñarnos el verdadero camino para llegar a El.

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