Si me preguntas dónde quedó el jovial amor de ayer, le diré a mi corazón que te responda, porque al preguntarme sólo a mí, pudieras pensar que existe entre los dos una brecha tan profunda, que se abrió con el tiempo, en alguna parte. Mas, he de confesarte, que mi corazón ha hablado siempre del amor que siento por ti; por eso, tu reclamo no nos llevará a ninguna parte. Te pido escuches hoy con el corazón para enterarte, que yo nací para amarte, porque nuestro amor, será siempre joven.

Siempre joven.

Me desperté y te contemplé en silencio,

dormías placenteramente, y tu faz serena,

irradiaba la juventud que tanto aprecio,

aquella que te hace ver tan noble y buena.

Te miré por largo tiempo, como si mi oficio

fuera contemplar tu quietud, como la arena

coronada por la espuma del mar, con artificio,

o la cálida duna del desierto, al fin de la faena.

Y no pude contener la alegría del beneficio,

al tocar tu suave piel, para darte vida plena,

y al roce de mis labios, romper el maleficio

del encanto, que de mí te mantiene tan ajena.

Y al abrir tus bellos ojos, contemplas sólo al necio,

que sigue locamente enamorado, con su pena,

al dejar que el señor de los sueños, con desprecio,

le arrebate a su amor, cada noche el muy mecenas.

Más de noche y de día, pagaré por tu amor el precio,

pues sé que, por tu alma siempre joven, al tiempo frenas,

y en tus sueños no cabe el odio ni el desprecio,

pues la misma pasión y amor, recorre nuestras venas

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