Vivir con miedo, no es vivir, si acaso, se sobrevive midiendo cada paso; el miedo se concibe en cada respiración que se exhibe entrecortada, por el temor de respirar profundamente, ante la inmensa tempestad de mentiras despiadadas, que surgen en una sociedad que se ha vuelto negativa, dependiente y enviciada, que destila dÃa con dÃa lo que malamente consume de los medios que amenazan con llevarnos al fin de la jornada, pero que sólo estresan, al hacernos pensar que el final ya se aproxima , final que tarda tanto en llegar, que se pospone indefinidamente, para mantener la indeseada agonÃa que se oculta ante los truenos de esa gente mal nacida, porque estando el cielo tan azul y despejado, si lo pudiéramos ver sin la vil palabrerÃa de aquellos que intimidan, tratando de que algún dÃa dejemos de respirar; mientras que el cuerpo fatigado, sin necesidad, te mantiene sentado al no estar bien oxigenado.
Y si de mirar se trata, muchos prefieren su cabeza agachar, ante el temor de poder despertar en otros, una emoción poco congruente que les cause malestar, al no ver la realidad de lo que hoy se estima.
Y cuántas veces prefieres callar, porque aunque digas la verdad, la gente desestima que se vive en un mundo, que igual con todo y miedo, camina, y después de dormir, teme no despertar.
Vivir con miedo, no es vivir, y si fueras tan sólo el labriego que cultiva sus propios valores, para dejar de consumir el miedo, que otros siembran, hasta llegar a inyectarte su veneno, para eliminar los buenos humores con los que todos nacemos.
Pero no todo está perdido, debemos renovar nuestra fe, para combatir el mal con el amor de Aquél que dio su vida, sin tomar en cuenta nuestro desapego a su verdad. Si Él venció sus miedos, y nos ofrece con su resurrección, otra oportunidad para dejar de temerle a la muerte, ya no dejemos a la suerte nuestro destino, porque Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, y es ahà donde se encuentra la felicidad.
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