¿Y por qué pensar en el amor, si lo que hoy está en juego es la vida? Porque la vida sin amor, sólo parece un requisito temporal de la materia en su paso por la tierra. Pero ¿acaso no sabes tú, que con amor no se resuelven los apremios que enfrentamos en la vida? Lo que yo sé, es que si en la vida hay apremios es precisamente por la falta de amor. ¿Cómo vas a tener tiempo para pensar en el amor, si toda tu vida se resume a resolver problemas, situaciones propias y ajenas, que evidencian nuestra incapacidad para establecer en nuestra vida, la armonía y la paz que necesita el espíritu, para disfrutar los bienes que heredamos del hacedor de todo cuanto existe?
Sin amor, no hubiese habido vida en la tierra; sin amor, el Padre jamás hubiese pensado en crear al hombre a su imagen y semejanza; sin amor, no hubiera existido la salvación. Pero “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3:16). Por eso Jesucristo, que es amor, nos pide igual, que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Aquél que no tiene tiempo para amar, no vive, y no encontrará el camino para regresar a la fuente de vida eterna. Si sigues dormido y no has despertado al amor, y sólo piensa en que la única forma de allegarte felicidad es través de acumular bienes materiales, perderás el valioso tiempo para vivir la vida que sólo con amor podrás tener.
Ahora piensa en todos aquellos que esperan verte feliz, para que vivas la vida que otros no pudieron vivir, porque en lugar de amar, sólo vivieron para resolver problemas propios o de los demás y siempre pospusieron la oportunidad de ser felices, para otro momento.
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