AcarÃciame el alma.
AcarÃciame con la suavidad de tus palabras, déjame ver tus lindos ojos e ilumÃname con el candor de tu mirada, hazlo asÃ, tan lentamente, como si estuviera despertando a un hermoso amanecer, y sintiendo cómo la luz y el calor que de ella emana, me anuncia con gran gozo, que tendremos un dÃa maravilloso; pero no mires a otro lado, porque mi espÃritu celoso, que tanto te ama, podrÃa verse presa del enojo, y darÃa por terminada esta pasión que me vuelve loco.
Y sigue asÃ, despertando en mà el emocional sonrojo de saberme descubierto en mi intensión profana, por tener la osadÃa de amarte tan intensamente iniciada la mañana.
Mira que sigo aquÃ, tendido apaciblemente en mi suave y placentera cama, padeciendo el desánimo cuando el dÃa es tristemente gris, y el cielo esconde, tras las nubes, el azul de la ilusión que enciende mi energÃa, retrasando el sutil momento de verte asomar por la ventana, con esa sonrisa, que a todas luces me dice que sÃ, a lo que estoy pensando sin decir una palabra.
Cuántas veces me he preguntado, si se puede amar siendo un hombre enamorado de la vida, exigiéndole a la misma, para sentirme consentido, que me permita tomar de su divina esencia, cada preciado elemento del milagro de existir, para poder plasmar en una simple poesÃa, lo mucho que significa para mÃ, vivir con total conciencia, a plenitud la vida.
Yo recibà de Dios tan bendita herencia, y espero hasta ahora no haberlo defraudado, porque he amado como él me ama, y no creo haberme equivocado, aunque, a decir verdad, de tanto amar, podrÃa estar viviendo en el pecado.
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