De que soy feliz, lo soy.

Y ella me dijo sí, ¿y entonces? Entonces, fui el adolescente más feliz del barrio, ¿Y después? Después, todo empezó a tener sentido, pasé de lo blanco y negro, a ver todo el mundo de colores, y en el caso de las flores, su nueva vestimenta me atraía sobremanera y al acercarme a todas ellas, conocí su dulce perfume embriagador, y en un abrir y cerrar de ojos, el otrora cielo gris, se pintó de azul celeste, y los cerros, como verdes guirnaldas rodeando la tierra de los mayores, a esos que llamamos abuelos; y con una energía inusitada, corría a su encuentro, para abrazar a los árboles de mayor sabiduría; y la tierra… la tierra de ser antes tan seca y dura, se transformó en un suave cochón de hojarasca y hierba,  donde mi joven espalda, mi cabeza  y el resto de mi cuerpo, por fin pudo descansar, sin el menor temor a dormir y tener que volver a soñar la misma pesadilla, dormir en el suelo virgen sin miedo a enfermar; y el viento de ayer, que acompañaba la aridez del desierto de mis pensamientos deshidratados,  al saberme tan feliz, atrajo de entre las peñas de la serranía, la humedad que se desprendía de la corriente que caía en cascada de un hermoso manantial, llevando hasta mí, la brisa que refrescaba los sueños de un proyecto llamado hogar. Cuando desperté, ya era un joven, y me pregunté: ¿Cuánto habré dormido? ¿Y si todo fue sólo un sueño de adolescente incomprendido, que buscaba con afán la felicidad… y  si aquel maravilloso colorido de perfumadas flores no existió y si el manantial permanecía seco, como seco el revestimiento de los cerros afectados por el intenso calor que convierte a la otrora tierra fértil en desierto; cerraré entonces  de nuevo mis ojos para seguir soñando, y aquel pensamiento aterrador, fue poco apoco consumiendo el resto de mi energía y me quedé dormido, y después de un tiempo de inconsciencia, desperté siendo un adulto, y recordé con ello, que había que ponerse a trabajar, porque el proyecto hogar era ya una realidad, y no estaba solo con mi alegría, y mi felicidad, por cierto, ya no dependía únicamente de un anhelo de adolescente, sino del cumplimiento de la alta responsabilidad consabida como padre de familia. Hoy permanezco más despierto que nunca, de adulto no he pasado, tal vez con más años encima, pero como los grandes y añosos árboles,  ahora tengo más sabiduría, lo digo con humildad, y sea mi gratitud eterna al Padre celestial quien me la obsequió, el mismísimo creador del universo, el mismo que me mantiene despierto porque hay mucho por qué luchar y cuanto le he pedido, Él me lo ha dado: adolescencia, juventud, adultez y sabiduría, qué más puedo pedir ¿Acaso no es esto la felicidad?, Vivo con la mujer que amo, tengo un hogar e hijos y aún me premia con los nietos; y mañana… mañana tal vez me gane la eternidad, si en ello pongo mi fe y mi obediencia.

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