Llegó con toda tranquilidad, antes de sentarse, respiró profundamente en tres ocasiones, miraba a no sé adónde, pero parecía que estuviera viendo algo hermoso, lo supe por la gran sonrisa que se dibujaba en sus labios; yo lo miraba con cierta extrañeza, y a la vez me sentía inquieto, pues en otras ocasiones, con tan sólo ver cómo entran mis pacientes al consultorio, puedo suponer la seriedad de su problema de salud. Pero este hombre, parecía estar totalmente fuera de contexto, así que, apenas se acomodó en la silla, le pregunté cuál era el motivo de su consulta, y él, sin perder el buen ánimo, me contestó que su presencia obedecía a una visita de rutina. Nunca ha sido mal visto el que un paciente, sintiéndose bien del todo, acuda sólo por el hecho de practicarse un examen de rutina, por el contrario, ojalá que muchas personas hicieran conciencia de acudir al médico con tal propósito.

Ya entrados de lleno en la consulta, le pregunté cómo se sentía en esos momentos, y él contestó, que estupendamente bien; para un hombre de 75 años, decir eso, me parecía que no estaba diciendo la verdad del todo, así es que me fui detallando algunos de los achaques más frecuentes del adulto mayor, pero el paciente negaba padecer los síntomas que le iba refiriendo; por cierto, sus signos vitales se encontraban tan normales como los de un joven y a la exploración física, no encontré ninguna evidencia de patología, al término de la consulta lo felicité por su buen estado de salud física y mental, mismo que reflejaba con su actitud, pero sentí la necesidad de preguntarle cómo le hacía para lograr tal estado de bienestar, y él me dijo que la mayor parte de su buen estado de salud se lo debía precisamente al hecho de no dejar entrar a su mente pensamientos negativos, para ello, me dijo que evitaba recibir malas noticias, en su hogar habían decretado ser siempre positivos, y cuando estaban ante una situación que involucrara en forma negativa sus emociones más susceptibles, aquél que fuera el portador de noticias negativas, lo meditara antes pronunciar los mensajes nocivos, y en caso de no poder evitar el comunicado, lo hiciera  frente a toda la familia para buscar entre todos la solución más adecuada, acordando que por ningún motivo se dejaría a un miembro de la familia solo, ante una adversidad;  él en lo personal evitaba  escuchar los medios de comunicación cuyos programas incluyeran malas noticias y de los diarios sólo leía lo que consideraba positivo. Si se encontraba entre amigos, en el momento en que incluían temas a los cuales denominó como tóxicos, se disculpaba y se retiraba; se prometió a sí mismo no llenar su mente de pensamientos igualmente tóxicos para su salud mental y física. Aseguró que no era una persona muy religiosa, pero sí creía en Dios y prefería leer la biblia, para aprender de las experiencias de otras personas, así fueran de otro tiempo, porque asegura que no importa en qué época vivas, los problemas siempre serán los mismos, aseguró también, que tenía suficiente fe para tener esperanza de que existe una mejor vida que ésta, pero sentenció, que esta vida no tiene por qué estar plagada de males, que todo lo malo que nos sucede, tiene mucho que ver con nuestro comportamiento y las malas decisiones que tomamos. Por último, me contó, que no importa si eres pobre o rico, económicamente hablando, porque la mejor de las riquezas está en el espíritu de cada quien, sólo que a todos nos deslumbran las cosas materiales, mismas, que de no ser utilizadas en la forma adecuada, siempre nos van a acarerar males.

Le ofrecí estudios de laboratorio como complemento de su evaluación física, pero no aceptó y me agradeció el interés profesional de cumplir con los estándares de calidad de toda consulta; y antes de salir me dijo: Ojalá pueda contagiarle lo que seguramente le parecerá extraño, pues nadie viene al médico si no está enfermo, pero yo he venido a dar testimonio de que, si se quiere, se puede estar sano y tener una vida plena.

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