Sin ir muy lejos, en mis recorridos, encontré sitios maravillosos, sitios, donde me hubiera gustado detenerme a reposar, a meditar, a soñar despierto; sitios, donde pudiera liberarme de las presiones cotidianas, que se han apropiado de mi ánimo y me han robado la paz, paz que sólo se puede disfrutar en un entorno natural, tan saludable, que resulta ser la mejor medicina.
Sin ir muy lejos, he podido estar en muchos lugares hermosos, y sin estar en forma material, me ha sido tan gratificante el poder viajar espiritualmente, que de sólo recordar esa experiencia sobrenatural, siento cómo mi cuerpo se llena de energía, para seguir con mis cansadas rutinas del día a día.
Con el tiempo, he podido constatar que cuando se viaja a plena conciencia, no habría diferencia entre el estar y el no estar en el lugar a donde queremos llegar, porque el sentimiento de libertad, me regresa la alegría que un mal día tuve que soltar, para poder estar acorde con lo que se me pedía.
Con el tiempo, la movilización de mi cuerpo y la velocidad del pensamiento se van haciendo lentas, tal vez esto suceda para no atropellar o llevarme de encuentro a todos aquellos que en un momento de mi existencia se opusieron a que disfrutara de mi libertad.
Sin ir muy lejos, he viajado por más de treinta años, sin moverme del mismo lugar, me ha bastado sólo mantenerme quieto en la silla del vehículo que transporta a mi espíritu, y meditar para llegar a donde quiero a través de la narrativa que usted, mi querido lector, le va dando cabida en su corazón o en su mente, para ver en la similitud de lo igual, su propia vida.

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