Somos más de lo que pensamos, pero para llegar a saberlo, se tiene que recorrer un largo camino, sobre todo, cuando para conocer la ruta, no se cuenta con un guía espiritual, o no se ha despertado al conocimiento de que todos tenemos una doble identidad: la material y la espiritual.
Hay algunas personas por saber quiénes son, se adentran tanto en la búsqueda, que algunos se pierden en el camino; otros, logran trascender, pero los llega a perder el hecho de saber más de lo que cualquier ser humano sabe, y puede la ambición torcer su destino, al grado, que por no haber seguido caminando en la dimensión correcta, llegan antes a un límite, y quedan suspendidos en la inconsciencia, en donde no existe tiempo ni espacio.
Jesús vino al mundo a mostrarnos el camino, la verdad y la vida, y nos repitió muchas veces, durante sus enseñanzas, que debemos creer en Él, y creer en el Padre, cuyo poder es infinito; Jesús nos habla de que la verdadera vida no es como la conocemos, va más allá de ambicionar sólo bienes materiales, atesorar riquezas o consolidar un poder que esté por encima de los demás; Jesús nos dijo que para llegar a la vida eterna, debemos seguir por la ruta del amor, por ella encontremos elementos indispensables para ir creciendo y madurando nuestra espiritualidad, y sabremos de la importancia de la misericordia y del perdón.
Poder estar en un lugar, en otro tiempo, sin que el cuerpo se mueva del sitio desde donde se emprendió el camino por la vía espiritual, y poder exteriorizar las emociones, que supuestamente sólo estando vivo se pueden manifestar; ponen en evidencia el gran potencial que hemos heredado de la parte divina que nos creó, y que en muchos de nosotros aún permanece en espera de que se conjuguen y armonicen todos los elementos de la maduración espiritual en un momento del espacio y el tiempo.
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