Soy cinéfilo de corazón, y si bien es cierto, que eso no te convierte en crítico de cine, como sí los son, en México, Jorge Ayala Blanco, Daniel Krauze, José de la Colina o como lo fue Carlos Monsiváis; de tanto ver películas, llegas a obtener un criterio aceptable para describir las características o elementos que las hacen destacar o que determinan su mala calidad.

Tuve la valiosa oportunidad de acceder junto a un público selecto, a una proyección privada de la película mexicana titulada “Verónica”.

Desde la llegada a la sala, pude observar la expectación que generó entre los asistentes este film, pues se tenía poca información de la trama. Me quedó claro que el género encaja bien en el drama y el suspenso, pues me recordó el estilo del llamado maestro del suspenso Alfred Hitchcock.

La narración, aunque implicó la necesidad del empleo de un lenguaje técnico, propio de la Psicología, ya que trataba aspectos inherentes a una patología de la ciencia mencionada, se cuidó que fuera únicamente lo necesario para ponerla al alcance del análisis del público.

Los planos, el encuadre, el sonido y el color fueron adecuados; en fin, pienso que el mensaje, aunque de inicio, para algunos fue complicado de entender, imagino porque así lo exigía el guión, al final resulta evidente y logra conciliar la conjunción de diferentes ideas de los espectadores con el propósito de los directores Carlos Algara y Alejandro Martínez Beltrán.

Las actuaciones de Olga Segura y Arcelia Ramírez fueron sobresalientes, pues se adentraron al personaje y al grado de dificultad que implicó el hecho de poder separar cada uno de los elementos que componían la personalidad de los mismos.

Con agrado puedo decir que con películas como “Verónica”, el cine mexicano logrará posesionarse muy pronto, dentro del mejor cine de Latinoamérica y del mundo.

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