Deseo volver al Catecismo de la Iglesia Católica para presentar algunas ideas que contiene sobre la celebración de la misa que también se llama Celebración Eucarística.

“La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana. Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La Sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua” (Número 1324).

En cuanto al texto del Evangelio que se proclama en la misa de este domingo, Lc. 19:1-10, (Invito para que además de oírlo en la misa lo lean en la Biblia en su casa). Zaqueo es un hombre rico, pero se siente infeliz. Los demás lo tienen por un pecador, un hombre sin honra. De repente toma la iniciativa de ir a buscar a Jesús, a pesar de los obstáculos con que se encuentra (hay una gran muchedumbre y él es un hombre bajito).

Este hombre, sin embargo, pasa a sentirse feliz por recibir a Jesús en su casa. Este encuentro con Jesús le permite distanciarse de sus riquezas y repartirlas entre los pobres y los que han sido defraudados por él.

El caso de Zaqueo, dentro de la muchas reflexiones que se pueden obtener, permite entender que los milagros son una realidad: un rico puede obtener la libertad de las posesiones que lo poseen, como el ciego puede obtener la vista, el cojo andar y el poseído recobrar la libertad. Pero ésto no es fácil. Se puede recordar lo que Jesús dijo a aquel hombre importante: “vende todo lo que tienes, repártelo entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme”; más aquel hombre “al oír ésto, se entristeció porque era muy rico”. Es cuando Jesús, al notar ese gesto, dice: “¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Lc 18:22-24).

En el texto del Evangelio de la misa dominical, se observan varios detalles: Zaqueo da la bienvenida a Jesús. Ésto implica hospitalidad y amistad; es una experiencia vivida con alegría. Este hombre considerado públicamente como un pecador, excluido de la comunidad y evitado, pasa a ser restaurado: Jesús dice que “también él es hijo de Abraham”, miembro de la comunidad y heredero de las promesas.

Es importante reflexionar, que en el texto del Evangelio, la salvación que entra en la casa no es un “que” sino un “quién”: la salvación es una persona: Jesús que viene a “buscar y a salvar” a todas las personas.

Se puede orar con palabras del Salmo 144: “Bendeciré al Señor eternamente. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas”.

Que el Buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.