Más allá de mis propios deseos, prevalece la voluntad del que me anima; mi camino no es mi decisión, y si en mis pasos ciegos titubeo, la luz que ilumina la oscuridad de todo ser que recibe el divino llamado, no permitirá desviación alguna.

Las palabras de aparente desatino, son fieles eslabones, de las fuertes cadenas que me unen indisolublemente, al que va por delante en el camino, y en cada una de sus huellas dejadas, vivo, porque todo lo suyo, por amor a Él, cobra vida.

No existe nudo que separe o frene la continuidad de mi camino, en cada posibilidad de caída premeditada, tu voluntad se adelanta, y no deja que mi cuerpo toque el suelo impuro que mancha mi destino, porque el espíritu que habita en mí es el tuyo.

La sabiduría de tu luz llega aún con los ojos cerrados a la conciencia, el ciego ve lo que le era negado y el sordo escucha sin haberlo deseado, porque incluso, en la inconsciencia, a la fuerza de tu amor no se opone ninguna resistencia.

Más allá de mis propios deseos, si en estos existieran sólo mi voluntad, siempre habrá prioridad para cumplir la tuya, porque has obsequiado a mi ser tan preciado legado: Sabiduría, para comprender la maravilla insondable de tu divina presencia. Inteligencia, para descubrir con mayor claridad las riquezas de la fe. Buen consejo, para encontrar la solución que más concuerda con tu gloria y el bien de los demás. Fortaleza, para superar las dificultades que encontraremos en el camino hacia Ti. Ciencia, para juzgar con rectitud las cosas creadas y mantener nuestro corazón en Ti. Piedad, para tratarte como un hijo trata a su Padre. Temor de Ti, para escapar de las tentaciones y huir de las ocasiones de pecar.

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