Un buen día me encontré con una persona muy emotiva, quien no dudó en darme un cálido abrazo, y al ver la extrañeza reflejada en mi rostro, me dijo: ¿Médico no se acuerda de mí? Con sincera pena, le pedí una disculpa por no poder recordar quién era; me dio su nombre y me aseguró que fue uno de mis primeros pacientes de cuando ejercí la consulta privada. Increíble, le contesté: ¿Cómo es posible que te acuerdes de mí, si no nos hemos visto en tanto tiempo? Tres décadas y media para ser exactos, comentó, exhibiendo una amplia y envidiable sonrisa. Qué afortunado soy, por el hecho de haber sido reconocido con tanto agrado, después de tanto tiempo, le comenté. La verdad, físicamente no ha cambiado mucho, pero, algo que no me haría olvidarlo, fue el valor agregado que le imprimía a sus consultas.
Poco tiempo después, platiqué lo anterior con cuatro jóvenes que compartían conmigo algunas experiencias de consultorio, ya sea como auxiliares, o como aprendices de las ciencias de la salud, buscando con ello, encontrar la respuesta a la incógnita que encerraba el llamado “valor agregado” que señaló el paciente en mis primicias del ejercicio profesional; curiosamente, todos dieron una respuesta diferente; uno dijo que la cortesía; otro, señaló que era el apego al protocolo de consulta; uno más, aseguró, que era el trato digno; el último, dio una respuesta en apariencia poco relacionada con los elementos implícitos en la práctica clínica y dijo lo siguiente: _Me parece que usted en su práctica busca elementos en la personalidad de los pacientes, que exhiban el verdadero motivo de su consulta, y eso le permite tener una conexión más efectiva con los mismos, y no conforme, después del ejercicio correspondiente, se permite explicarnos a nosotros, lo que incluso, no aparece en los textos tradicionales que consultamos. Esta última respuesta, por cierto, emitida por una estudiante de enfermería, me sorprendió sobremanera, porque en lo personal no utilizo a propósito, alguna metodología propicia para tal fin. No pude aguantar la curiosidad y le pregunté si tenía intensión de especializarse, una vez que terminara la licenciatura, y me contestó, que deseaba estudiar Psicología. Sin duda tenía un talento especial, pero igual, un motivo personal para buscar respuestas a las incógnitas y los retos que nos depara la mente.
Felicité a todos por su interés en participar y por último, solicité su anuencia para darles un consejo, y estando de acuerdo, les dije lo siguiente: _Traten siempre de obtener lo mejor que les ofrece la vida, pero, si tienen la oportunidad de valorar lo que parece inaceptable, busquen también en ello una causa de la discordancia, sólo así, podrán opinar con mayor certeza, sobre todo aquello, que en ocasiones, se descalifica por la ignorancia que impone la falta del conocimiento integral.
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