Todos los recursos que tenemos en casa, de cualquier índole, requieren, entre otras cosas, un adecuado mantenimiento que les permita ser funcionales siempre.
Si tenemos una reja para proteger la vivienda, requiere de vez en vez que se le pase la brocha y se repinte, que se aceiten o engrasen las bisagras y así, para mantenerla en buen estado y que siga funcionando adecuadamente.
Cualquier aparato tiene los cuidados parra mantenerse, y servicios que se recomiendan para su mantenimiento. Hacer caso omiso a estos señalamientos propicia que haya mala calidad en éstos y, por consiguiente, mal funcionamiento.
Sucede lo mismo con los servicios públicos que debe prestar una administración. En todo tiempo vemos cuadrillas en las carreteras que remiendan y arreglan las mismas rúas, para que cuando las ocupemos, transitemos adecuadamente. No sucede a veces lo mismo con los servicios públicos en la ciudad, que, aunque son responsabilidad del aparato burocrático del municipio, también tienen algo de responsabilidad repartida entre los vecinos y ciudadanos que disfrutamos -o padecemos- de éstos.
Un ejemplo muy claro lo vemos en algunas colonias donde las calles son un verdadero mugrero, parecieran chiqueros propios para todo menos para vivir higiénicamente: inundadas de hojas de todo tipo de árboles, papeles y bolsas de todo tipo también, ensucian y afean nuestras calles de lo que fue la ciudad más limpia de Tamaulipas.
No hablemos del bacheo, porque a pesar de lo que nos vendieron y dijeron, hoy tenemos las calles con menor calidad en toda la última década: agujeros profundísimos por doquier y que repercuten en el bolsillo de quienes hemos realizado grandes esfuerzos para adquirir un vehículo y vemos la forma en que las llantas y suspensiones ahí se quedan, sin que medie autoridad que se haga responsable.
Es un viacrucis auténtico el circular por nuestras calles, porque el estado de las mismas se ha deteriorado enormemente, y aunque se ha hecho un esfuerzo por dejarlas mejor. No es suficiente.
El último gran esfuerzo fue el que, por una parte, realizó la pasada administración municipal que se dio a la tarea de mejorar muchísimos metros de calles, y el gobierno del estado que, con fondos federales y una adecuada gestión estatal logró que tuviéramos una carpeta renovada en el Libramiento Naciones Unidas así como en el Boulevard Fidel Velázquez y la avenida Tamaulipas, por citar solo algunas.
Esa restauración de las rúas antes señaladas nos ha permitido circular con mayor tranquilidad y seguridad, no así las otras calles, y para quienes acusan a las autoridades de dar preferencias a los fraccionamientos y colonias donde vive gente con alto poder económico, podríamos invitarles a San José, Valle de Aguayo y aledañas, para que constaten que el mal pavimento es cosa de todos los sectores, niveles y colonias.
Y cuando tocamos el tema con autoridades nos dicen que están trabajando, y nos manejan cifras que realmente no podemos avalar, porque todo el día andamos en las calles, como muchos otros quejosos, y nos damos cuenta que hace falta una reprogramación de recursos para que podamos ufanarnos de tener, si no las mejores calles del mundo, al menos arterias transitables y que nos permitan conservar nuestros bienes.
Los transportistas se quejan mucho de que el mal estado de las calles les cuesta en refacciones y pugnan por aumentar las tarifas. Tienen razón aunque no está la situación para aumentos, sin embargo, hay que pensar en cómo harán para arreglar sus unidades, de por sí, viejas y destartaladas.
Alguien no está haciendo la tarea, y la ciudadanía exige, más que conciertos y otro tipo de acciones, que nos muestren lo que nos dijeron en campaña: son muy noveles para estarnos fallando con la magnitud con que lo hacen hoy en día.
Queremos todos que nuestras calles no sean trampas mortales, pues.
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