El pasado 21 de septiembre se celebró el Día Mundial del Alzheimer, y como consecuencia salieron a la luz pública una serie de datos que me llevaron a reflexionar el futuro. Se los comparto.
Aseguran en la OMS que para el 2050 en el planeta habrá el doble de personas mayores de 65 y más, que el número de niños menores de 5 años, es decir seremos una sociedad envejecida con todo lo que implica social, económica y familiarmente, como resultado de los avances científicos, que han permitido que la expectativa de vida del ser humano haya crecido año con año.
En la actualidad la esperanza de vida a nivel global es de 72 años, en el 2050 será de 77 y de 85 en los países más desarrollados. Esta sería una gran noticia, de encontrarnos también, en medio de un entorno que garantice las condiciones de vida adecuada para quienes enfrentaremos esta realidad.
Por otra parte, otro factor que ha contribuido a este problema es el creciente nivel de concientización que se ha llevado a cabo en todos los países buscando el control de la natalidad, el número de hijos en las familias se ha limitado, en algunos casos al mínimo, como en Europa o en China, donde a partir de 1979 solo se permitió tener un hijo, aunque recientemente ha cambiado su marco legal para permitir tener más.
Así de claro, las estadísticas no mienten y nos muestran que, con el incremento de la esperanza de vida y la disminución de nuevos nacimientos, el relevo generacional se ve menguado y el futuro apunta hacia un envejecimiento del género humano.
Sabemos que la vejez no es opcional, no hay forma de evitarlo, en tanto conservemos la vida. Todos con el paso de los años, poco a poco dejaremos de ser autosuficientes y perderemos nuestra agilidad muscular y la claridad intelectual para tomar decisiones y asumir responsabilidades. Ese es el camino que irremediablemente tendremos que recorrer.
¿Como nos preparamos para enfrentarlo de la mejor manera? Esa es la gran pregunta.
¿Qué hacemos a diario para retardar lo más posible la aparición de los primeros signos que anuncien la disminución de nuestras capacidades físicas y mentales? ¿Cómo haremos para suplir la rapidez por la precisión, la respuesta rápida por el consejo comedido?
¿Cómo evitaremos que nos pasen la factura la rutina, el sedentarismo, los excesos de calorías y la poca fuerza de voluntad para resistirlos?
¿Nos daremos el tiempo para atender los malestares pequeños y apenas perceptibles, en un primer momento, del cúmulo de enfermedades crónico-degenerativas que podrían incapacitarnos? ¿Cómo evitaremos convertirnos en seres dependientes y necesitados de cuidados básicos para sobrevivir?
En una palabra, ¿cómo nos preparamos para vivir una vejez digna y feliz? ¿Cómo mantener la autosuficiencia física, moral y económica? ¿Cómo seguir siendo fuertes, defendiendo nuestros proyectos y esforzándonos por llevarlos a la práctica?
Personalmente mis padres fueron longevos y los vi aferrarse a la vida hasta el último momento; pese a superar los 90 no querían irse. Gozaban de una memoria envidiable y su fortaleza física empezó a menguarse después de los 85. Amaban la vida.
Es ahora, en estos momentos en que aún tenemos un poco de juventud, que debemos darnos el tiempo para hacer cosas, para modificar hábitos que nos den fortaleza de espíritu y la serenidad de la sabiduría que solo dan los años, para disfrutar del tiempo que nos resta, porque como asegura Charles Augustin Sainte-Beuve, escritor y crítico literario francés: “envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo”.
Llama especialmente la atención sobre la advertencia que emite la OMS, al asegurar que, en apenas 30 años, se triplicarán los casos de demencia y Alzheimer en personas cada vez más jóvenes, por lo que pide un mayor esfuerzo en la investigación del origen, causas y tratamiento para estas enfermedades, así como para la atención y apoyo de los pacientes y sus cuidadores.
Actualmente existen varios estudios de investigación dentro de la neuropsicología, acerca del Alzheimer, el envejecimiento, los trastornos de la memoria, salud cerebral, demencia de aparición temprana, entre otras.
También algunas más recientes, relacionadas con los cambios cognitivos y cerebrales relacionados con la edad, que pueden predisponer a las personas a desarrollar demencia en el futuro.
Los resultados de sus investigaciones coinciden en señalar que son muchos las causas que influyen en cuando y por qué se presenta la enfermedad de Alzheimer, pero el punto principal sigue siendo la edad, combinada con una serie de factores genéticos, de estilo de vida y ambientales.
Está en nuestras manos decidir cómo vamos a vivir nuestra vejez. ¿Seremos jóvenes viejos desde ahora o nos prepararemos para vivir una juventud acumulada?, porque como dice Georg Christoph Lichtenberg, el primer profesor de física experimental de Alemania, “Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos”.
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