Quien defina la postura asumida ayer por el gobernador electo Américo Villarreal Anaya, como una declaración de guerra contra la administración saliente, no está alejado de la realidad.

Su postura no deja espacio a la duda: “No voy a permitir que cercenen maliciosamente mis atribuciones como gobernador, en temas tan importantes como cuidar la paz y la tranquilidad de los tamaulipecos”… “Vamos a revisar a fondo las condiciones jurídicas en las que realicen las 4 mil basificaciones anunciadas”…”En caso de no tener viabilidad financiera o técnica las obras transexenales, sin beneficio social y no particular, serán canceladas”…*Si tanto presume el gobierno actual que se tienen buenas cifras en seguridad es
incongruente cambiar el esquema de seguridad”, fueron algunos de los puntos abordados.

Sin embargo, el lenguaje ríspido del futuro mandatario utilizado en su conferencia de prensa este lunes, parece admitir traducciones, aunque conlleve en una especie de juego de palabras, que irá por la cabeza de Cabeza de Vaca.

¿Cuán posible es lograr ese propósito?

Con una figura tan plástica como la del actual titular del Ejecutivo tamaulipeco, hay muchas maneras de encontrar deslices en su gestión, pero en la opinión de su servidor, los que esperan ver sangre en este escenario no tienen muchas posibilidades de saciar ese deseo.

No me mal interpreten. Con lo anterior no estoy diciendo que el aún gobernador de esta patria chica logrará disfrutar de impunidad y conservar la cuota de poder que en los últimos meses ha tratado de consolidar, para usufructuarla tras acabar su
mandato.

Nada de eso.

¿Entonces cuál puede ser el camino para someterlo a la ley?

Ayer, Américo dio en su encuentro con medios de comunicación la pauta de su probable estrategia en ese sentido, pero nadie o pocos parecen haberlo advertido.

El objetivo es el mismo, pero el método es diferente: En lugar de la fuerza bruta, inteligencia. Muy en el perfil del doctor.

Le expongo el porqué de esta percepción personal.

Al responder a una pregunta sobre las reformas aplicadas “de último minuto” por la mayoría panista en el Congreso Local, orientadas precisamente a mantener vigentes los intereses de Francisco García, el gobernador electo dejó entrever una ruta que sin duda sería el torpedo que le pegaría a Cabeza de Vaca en la línea de flotación: Un acuerdo con el actual Poder Legislativo.

El textual es revelador:

“Estamos abiertos y seguiremos procurando con el Congreso Local, con nuestros diputados, que tenemos que ver en qué coincidimos. Esos puntos de coincidencia tienen que ser el bienestar de Tamaulipas y de la sociedad, Y si nos alineamos en ese sentido vamos a lograr grandes cambios y grandes transformaciones. No tengo duda de que son gente con formación, con preparación y que vamos a buscar en qué concidimos para transitar pronta y rápidamente a las oportunidades de desarrollo y crecimiento de nuestra Entidad”.

Américo no aludió a una bancada o a una facción. La opinión vertida fue en general. La sola palabra coincidencias abre la puerta desde ahora a consensos; la frase “si nos alinearnos” es una ventana a un entendimiento potencial, mientras el reconocimiento a las virtudes de los diputados, “son gente con formación y preparación”, le pone piso a la palabra mágica:

Acuerdos.

Quien quiera oir, que escuche, quien quiera ver que observe y quien quiera entender que analice.

No descubro el hilo negro en esta conclusión: Sin el control del Congreso, el actual gobernador sería nadie. Los sólidos castillos que espera estar construyendo serían de arena. En su aparente fortaleza ese es el punto débil de Cabeza de Vaca y los demás frentes se someterían en un efecto cascada.

Si se concreta este escenario virtual, la estrategia americanista sería una vieja frase popular:

Le darían a Cabeza de Vaca una sopa de su propio chocolate…
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