Cuando llevas en el alma un dolor indescriptible, basta una sola palabra para aliviarte. Pero muchos hablan y por extraño que parezca, la palabra que necesitamos escuchar no aparece, y es que el lenguaje con el que nos comunicamos no es el correcto, no tiene la sensibilidad que el alma requiere para sanar. La palabra que muchos necesitamos hablar, no proviene de la voz que sale de la boca, proviene del corazón, pero no muchos pueden hablar a través de él, primero, porque no aceptan que tal órgano tenga la capacidad de promover sonido que pueda transformarse en palabras. A los incrédulos bastaría recordarles que cuando se está en el vientre materno, la madre le habla a su hijo a través del corazón, por eso el hijo que escucha los latidos del corazón de su madre, sabe en realidad cuánto es amado por su madre y con cuánta ilusión se espera su llegada. Igual que el hijo, la madre sabe cuánto se le ama cuando escucha las palabras que salen del corazón de su hijo.

En una ocasión mi madre dijo: Si en algún momento sientes que te estoy hiriendo con mis palabras, te pido que te acerques y pongas tu oído sobre mi pecho, entonces sabrás que aquello que salió de mi boca, no es lo que verdaderamente siento, sentirás cuánto te amo y cuánto me duele el haberte dicho aquello que te dije.

Yo no he visto a Dios, pero siento su amor cuando mi corazón escucha su Palabra; el Señor nos pide hablar con el corazón para expresar todo el amor que sentimos por nuestro prójimo, porque el hablar con la boca tiene que ver mucho con el orgullo, el egoísmo, el celo, la vanidad, la envidia; toda palabra que sale de la boca en un momento de ofuscación, es como un filoso puñal que lastima el alma.

Jesús mío, maestro, has puesto a mi corazón a hablar, ha venido en mi auxilio el Espíritu Santo para dar consuelo al que se siente herido por la falta de humildad, por dejar que el falso orgullo le haga olvidar lo que es el amor verdadero. Abre nuestra vida al conocimiento de tu divinidad, no permitas que seamos víctimas de nuestra arrogancia, de nuestra desesperación, ante situaciones que parecen no tener solución. Muéstranos el camino.

Pidamos perdón a todos aquellos que hemos ofendido de pensamiento, palabra, obra u omisión: Padre perdóname, madre perdóname, hermanos perdónenme, esposa mía perdóname, hijos perdónenme, abuelos perdónenme, nietos míos perdónenme, amigos míos perdónenme.

Jesús, Dios mío y salvador nuestro, una sola palabra tuya bastará para sanar todas nuestras heridas y las heridas de aquellos a los que hemos ofendido, por dejar hablar a nuestra boca y no a nuestro corazón.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com