No me sorprende la renuncia, aún no confirmada oficialmente hasta el momento de escribir estas líneas, de Carlos W. Talancón, no sé si todavía Secretario de Desarrollo Económico del Estado.

¿Por qué esa percepción?

No es una opinión sobre las rodillas. El funcionario (o ex) ha sido en el gabinete estatal, recordando una melodía del genial grupo Procol Harum, “una pálida sombra”. Apenas se notaba.

Hasta ahora, el servidor público ha navegado en un buque del pasado. Las inversiones que esa dependencia ha anunciado como próximas para el Estado y en algunos casos virtualmente “amarradas”, germinaron en promociones de años atrás y aunque es justo reconocer que el señor Talancón no las dejado en el arcón de los recuerdos y ha continuado impulsándolas, prácticamente en ningún caso son de su autoría o de su equipo.

Para decirlo en lenguaje campirano, en su encomienda don Carlos ha montado un caballo ajeno. Lo ha cuidado, pero al fin ajeno.

En esas circunstancias, si en el terreno externo el color no ha sido precisamente rosa para el Secretario –o ex, insisto– en el interno no le ha ido mejor. En las dependencias que se manejan en forma independiente pero de las cuales la SEDET es cabeza de sector, no ha existido respeto hacia la autoridad del señor Talancón, cuyas instrucciones, como es fama hacía el tremendo Pepito el de los cuentos, se las pasaban por el arco del triunfo.

Quién pueda sucederlo en ese cargo es una legítima atribución de quien manda en Tamaulipas. Con seguridad esa decisión se tomará pensando en el bien de la Entidad y de quienes la habitamos. Entiendo que ese ha sido el propósito en todos los nombramientos en ese y otros niveles de la burocracia estatal.

Sólo algo, en mi modesta calidad de tamaulipeco, me gustaría si me permiten, exponer como deseo de éste, último ciudadano en esta tierra de Dios, sobre el heredero de esa Secretaría:

Que por favor, conozca a Tamaulipas.

Varios de los pares de don Carlos han sufrido por esa omisión. Tal vez arribaron al Estado con las mejores intenciones y mayores deseos de servir en sus maletas, pero también lo hicieron con una alta dosis de desconocimiento sobre cómo se integra política, económica y socialmente esta geografía.

Tamaulipas no es una entidad federativa como nos enseñaron en el aula de la escuela primaria. Quienes nacimos, vivimos y trabajamos en ella, lo sabemos y lo entendemos, pero no sucede así para los que del Estado sólo conocían sus puentes binacionales cuando pasaban “al otro lado” o visitaban la playa de Miramar. Y si lo anterior es un problema en las pequeñas cosas ya puede imaginar las endiabladas complicaciones que arroja para quien toma decisiones en las ligas mayores.

Ojalá que quien tome la batuta en esa dependencia conozca y entienda que Reynosa y Matamoros por citar un ejemplo, son dos mundos diferentes a pesar de sus escasos 60 kilómetros que los separan. O peor aún, que en Altamira, Tampico y Madero sus habitantes, empresarios y políticos sienten como extraños a los residentes de los demás municipios aunque los “separe” sólo una línea imaginaria. No hay recetas comunes, para decirlo en forma sencilla.

Dicen que todos los cambios son para mejorar. Espero, con el mejor ánimo que puedo ofrecer, que en este caso sí se cumpla…

MALA PERCEPCIÓN

Si me permiten mis tres lectores, quiero hacer una breve precisión personal sobre el tema de los choferes de microbuses y su intento de aumentar las tarifas de pasaje.

Estamos acostumbrados a ver a ese segmento laboral como un prototipo de abusos y enemigos de la sociedad, pero olvidamos que los trabajadores del volante, incluidos muchos concesionarios de un solo vehículo, no los acaparadores, son también padres de familia que deben mantener un hogar y educar a sus hijos entre otras cosas.

Me parece que se les debe escuchar y encontrar el equilibrio entre lo que requieren para su subsistencia y lo que los usuarios pueden pagar. No quiero estar en los zapatos de quien debe decidir que se hará en ese sentido…

@LABERINTOS_HOY