Me paré frente a la ventana del infinito, allá donde el tiempo y espacio pierden su definición, lo hice, para tratar de ver lo que deseaba, mas, pude comprobar, que cuando pienso como ser humano, sólo alcanzo a ver lo que pueden ver los ojos normales, entonces, cerré mis ojos, y pude ver lo que tanto quería.
De tanto contar recuerdos me he cansado, pero he de confesar, por otro lado, que me llena de alegría, porque todo lo que he hecho hasta ahora tiene un significado; lo que cuento no es cosa mía, se lo escuché decir a Él, sí, a Jesús de Nazaret, un día en que por casualidad nos cruzamos en el camino mientras él visitaba los pueblos para predicar, lo recuerdo bien, él comentó lo siguiente: _”Yo te glorifico, Padre mío, Señor de cielo y tierra, porque has tenido encubiertas estas cosas, a los sabios y prudentes del siglo, y las has revelado a los pequeñuelos” (Mt 11:25) En ese momento no lo entendí, porque además, pensaba que su mensaje sólo iba dirigido a aquellos que lo seguían, sin embargo, a pesar de que yo sólo iba de paso, no pude sacar de mi pensamiento sus palabras, porque sentí que las había pronunciado para mí, a un caminante ocasional, desconocido en aquella región, que vagaba sin rumbo fijo.
Cómo iba a saber yo que en mi peregrinar, habría de acontecerme una serie de eventos que me estaban preparando para entender su doctrina, parecía que muchas de sus enseñanzas se traducían en hechos, para todos aquellos que lo seguían, y para los que como yo, que por casualidad pasamos tan cerca de Él, y sin esperarlo, sentimos cómo nos incorporamos a su camino, por el espacio y el tiempo que tenía destinado para cada uno de nosotros.
Muchos habremos de ir sumándonos a su rebaño, más aquellos que empiezan a descubrir, que están siendo atraídos por una fuerza intangible con el paso de los años, y sienten cómo en su interior, existe una necesidad imperiosa de dirigirse hacia un lugar aún no definido del tiempo y del espacio, pero siempre teniendo la seguridad de que les espera un gozo insospechado.
Si alguno de ustedes ha sentido el impulso de pararse frente a una ventana esperando lo inesperado, teniendo la sensación, de que está ahí para ver más allá de la distancia permitida por el ojo humano, no se alarme, no piense que ha perdido la cordura, por el contrario, es usted muy afortunado, porque su espíritu es el que ve por usted y aguarda el momento para seguir las huellas que a su paso va dejando Jesús, y llegará al sitio donde el corazón pueda escuchar el siguiente mensaje: _ “ Y vosotros, ¿quién decís que soy yo” ( Mt 16:15).
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