Una vez me preguntaste: ¿Por qué quieres que regrese en el tiempo? Y con evidente nostalgia te dije: Porque quiero saber, en qué momento te solté de la mano y te perdí, quiero saber qué hice, o qué hiciste; yo, mientras te buscaba y tú, mientras mi corazón se extraviaba entre la confusión y la duda.

Por lo que a mí toca, te diré que en esa afanosa búsqueda, igual me sentí perdido, mas fue más fuerte el amor que el miedo, de que en aquella soledad se desbocara mi cordura y mi razón, para que mi corazón, que siendo tuyo, se convirtiera en roca, debido a la locura. Y siendo esto así, vagué sin rumbo y sin destino, hasta perder el camino que me llevaba hasta ti. Pero, mira lo que son las cosas, por más oscuro que fuera el día, por más noches sin luna y sin estrellas, siempre hubo una luz en mi camino que me llevara seguro hacia ti, y que por más largo que fuera el camino, nunca me permitió desistir, más no fue al final de la senda donde te encontré, fue en esa parte intermedia donde sin saber por qué, las cosas no fueron como antes, mas, a pesar de los contrastes, yo tomé de nuevo tu mano, y al hacerlo me miraste de una forma que en verdad no entendí, pero que me hizo sentir culpable de un delito que no cometí, pues está bien comprobado, que el que delinque es obstinado y no devuelve lo robado, y yo, yo… no soy un ladrón consumado, yo sólo tengo como pecado, el amarte sólo a ti.

Por eso te pedí que regresaras en el tiempo, para para que pudieras de nuevo tomar mi mano, por si te hubieras soltado porque no sé mentir, y juntos retomemos el camino, sin dudas, sin rencores, sin tristes desatinos, porque la luz que a mí me guía, no se separa nunca de mí, y quitará los obstáculos del camino, para llegar al destino que Dios trazó solo para ti y para mí.
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