Podría decirse que el desierto de la vida de las personas que padecen de un sentimiento de desesperanza, no ofrecería la posibilidad de sentirse acompañados por el amor de quién nunca nos abandona; podría ser impensable, que una sola gota de agua proveniente del rocío de una hermosa noche estrellada y fría, pueda significar más que el incontable número de granos de arena de aquella inmensa soledad mal percibida; pero yo les aseguro, que una sola gota de amor, llena las necesidades de las almas, que se sienten perdidas por el inesperado abandono, que condena a quien lo sufre a sentirse solo. Y es que abandono, no sólo significa haber tenido a alguien cerca y haberlo visto marchar después del derroche de los años de juventud y gloria, de la alegría que conlleva el sentirse sano, y de los años donde el miedo se concibe como una fantasía, y nos permite la osadía de aventurarnos en un río tranquilo y cristalino, sin pensar que más adelante, nos encontraremos con la inmensidad de un océano, sin tener de quién o de dónde asirnos, para seguir flotando día con día.

No, el abandono es más que eso, es ver cómo se marchita la flor más querida del jardín de donde nacen los retoños y reposaron todas las inquietudes y las dudas de los que formamos parte de un todo, y que al ver florecer nuestra propia vida, fuimos a plantarnos en otra tierra, a veces fértil, a veces estéril, pero que igual partimos, y sin quererlo, nos olvidamos de regarla para que su esplendor no se opacara por los años.

Una sola gota de tu amor, es todo lo que he necesitado para mantenerme de pie ante la adversidad, y al sentirme tan amado ¡oh mi Dios! permites que el manantial que me dio la vida, que fertilizó el desierto de mis necesidades más sentidas, por tu amor y el mío permanezca y caiga en el abandono de la inconciencia y sean sus ojos la luz que me ilumina noche y día.

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