El tema del transporte urbano es muy añejo y ha sido motivo de grandes debates, porque su solución no se antoja fácil, mucho menos, cuando las necesidades de traslado en la población cada vez son mayores, aunque tienen el grave problema que muchos de nosotros hemos optado por no batallar, y hemos adquirido alguna unidad desvencijada, a punto de ser total chatarra, ilegal y de contrabando que, aunado a la falta de conocimientos de los que pretendemos manejar, han propiciado que el tráfico sea terrible en la capital tamaulipeca y las ciudades con densidad poblacional importante.
Y la autoridad, desde siempre, ha batallado para poner orden, más, cuando los concesionarios son personas que manejan varios vehículos de su propiedad y poco o nada hacen por mantenerlos en buen estado.
Agregue la falta de conciencia de la gente que no ha entendido que en la medida que las unidades se encuentren bien todos ganamos: es indigno subirse a uno de los desvencijados camiones azules para ir a la Universidad, y sentarse en quien sabe qué cosa que semeja cualquier aparato de tortura, menos un asiento; con malos motores, contaminantes, malos tratos y más.
Las llamadas “peseras” son otro problema, porque constituyen el monumento a la impunidad: mal estado mecánico y estético, choferes sin preparación de ninguna índole ni educación: torpes algunos, prepotentes y groseros otros, y los menos, atendiendo su fuente de ingreso que, finalmente, es lo que tienen para llevar a casa el sustento diario.
Y en esta ocasión, el gobierno tamaulipeco está pretendiendo meter orden: hay mucho qué hacer y no es de una parte.
Los concesionarios y dueños de los vehículos tendrían que considerar la inversión para remodelar, acondicionar y mantener en buen estado, y exigir a sus choferes limpieza, educación, preparación y RESPETO para con los automovilistas, peatones, usuarios y autoridades, porque algunos agentes se quejan de que no les hacen caso y no pueden hacer más.
Los choferes deberían entender que es su modo de vida, y que deben cuidarlo al manejar con cuidado y precaución con profundo respeto a su unidad, su patrón, sus usuarios y ellos mismos.
Las autoridades de tránsito, en un ejemplo de hacerse respetar y respetar al ciudadano, tendrían que hacer algo muy fuerte para que se les vea como autoridad y no como esos individuos que están ahí, parados, asoleándose “ de oquis” sin poder hacer valer la ley.
Y los usuarios, definitivamente, tendríamos que hacer muchas cosas: respetar las unidades y no rallar, no destruir, no pedir que se paren en cualquier punto de la ciudad o cuadra, respetando las paradas que debe la autoridad señalar, respetar y hacer respetar.
Deben los usuarios entender que no es un vehículo propio ni de alquiler individual: es transporte colectivo y como tal, sirve a los intereses de la colectividad, y eso no puede perderse de los objetivos.
Y la autoridad, también, proveer de vías adecuadas que no propicien que las unidades se deterioren por el estado de las calles: es importante que nos den calles buenas para que no se deteriore el transporte, pero sin los puntos que nos competen a todos, difícilmente se podría contar con un transporte digno y a la altura de los tamaulipecos.
Como vemos, es una labor de muchos, y qué bueno que el gobierno estatal está poniendo énfasis en solucionar este aspecto, porque si se logra entender por todas las partes involucradas, seguramente pronto tendríamos un motivo para irnos al trabajo o escuela en pesera: habría menos tráfico, menos contaminación y todos saldríamos ganando.
Pero es una labor difícil, porque requiere muchos miles de millones, y más caro aún: mucha voluntad y espíritu ciudadano de cada uno de los que habitamos esta entidad.
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