El curso de la semana que ha concluido ha dejado una serie de reflexiones en diversas personas, entre los que se cuenta el columnista, y que se refieren a la necesidad de vivir en un Tamaulipas unido y solidario, que deje a un lado los intereses personales y grupales y se aboque a procurar que todos podamos vivir bien gracias al esfuerzo y solidaridad de los demás, gracias a que todos sepamos vivir en comunidad, uno de los grandes secretos de las grandes, muy grandes civilizaciones. Habrá que echar un ojo a la forma en que el pueblo judío salió adelante en un terreno hostil conformado por un enorme desierto, o la manera en que los habitantes de la Isla de Pascua lo hicieron en su tiempo; y podemos hablar de la civilización maya, los olmecas y más, como los mayas o las tribus indias de los Estados Unidos, que vivieron hasta que los salvajes vestidos con piel blanca los tomaron como referencia para practicar el tiro al blanco y acabaron de la manera más desnaturalizada con ellos.
Antes de esa masacre y otras que registra la historia, la solidaridad humana ha dejado buenos dividendos. Tuvimos la vivencia en Victoria de una joven estudiante que sufrió un accidente con distintas versiones, pero que la ciudadanía se volcó en su ayuda y vimos bingos, encuentros deportivos y hasta los grandes artistas del tatuaje que hicieron jornadas que, esperemos hayan sido un éxito, para ayudar a Larisa.
No es Larisa, es el detalle de ser solidarios, como lo hemos sido en otras ocasiones y con la necesidad que tenemos de refrendar estos sentimientos. Y requerimos de una especial solidaridad entre el que gobierna y el gobernado: que se dejen de sentir Dioses del Olimpo y bajen de sus pedestales para sentirse nuevamente humanos: que nos atiendan –no reciban, que no son sagrados para “conceder” privilegios, que ya les hemos concedido el más importante de éstos, que es el de servir a su comunidad. Y que procuren que todos estemos contentos con sus gestiones, con la forma en que dirigen y gastan el dinero de todos, con la manera de conducirse y de hablarnos.
No queremos mentiras, porque eso no deja nada bueno, y ellos y nosotros lo sabemos. Dicen que la información, por ejemplo, de actos delictivos, no es confiable, pero cómo creer en ella cuando la gente ve lo que sucede y algunos voceros minimizan los resultados, porque así se les ha indicado. Requerimos la solidaridad de un gobernante que visite los 43 municipios y se involucre con nuestras necesidades e inquietudes y no sólo en un mismo sitio; queremos que cada servidor público haga su tarea con la esperanza de haber servido a alguien.
Que un médico del sector oficial se vaya a su casa con la satisfacción de haber atendido a tanta gente como pudo, y que el intendente lo haga pensando que hizo un bien a los suyos. Y así, cargo por cargo, nivel pro nivel, y que esos burócratas que hay y que nos atienden de maravilla contagien a los demás; en la Torre del Bicentenario quien atiende aspectos referentes a apostilles y legalizaciones es una persona que sabe la importancia que tiene para nosotros el trámite y seguramente ha vivido los estragos oficialistas.
Ella atiende con diligencia, buen humor, gran carácter y sirve, resuelve, orienta y ayuda. Así los hay y así los necesitamos. Tenemos un alcalde que sale todos los días a las calles de Victoria a involucrarse con lo que quiere la gente y lo que hace su personal, vigilando que se gobierne adecuadamente, y eso Óscar Almaraz lo sabe, y la gente lo agradece. Hay, también, agentes de tránsito que nos orientan en buen plan y no están con su pistolita o libreta de multas dispuestos a disparar a nuestra dignidad y presupuesto.
Los hay buenos en todo, pero requerimos que se sientan parte de esta sociedad a la que se deben. Gobernar es ser solidario y hacer lo que los demás requieren para mejorar su estilo de vida. Y eso lo tienen que aprender, entender y practicar.
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