Resulta curioso y en cierta forma, hasta injusto.

Nada más lejos de esta observación, es instar a que se empieza a olvidar la tragedia del 19 de septiembre y sus devastadores efectos. Requerirá todavía mucho tiempo, esfuerzos y apoyos de todos los mexicanos, el restañar esas heridas y de nuevo poner de pie completamente a los afectados por esa desgracia. Ojalá sigamos unidos en esa tarea.

Pero me parece que en el caso de Tamaulipas, estamos cayendo en el viejo vicio de ver sólo el frondoso árbol que está enfrente y no nos asomarnos al bosque que está detrás de él.

Si me permite le diré por qué expongo lo anterior.

El Estado, especialmente en el norte con Nuevo Laredo y en una vasta zona del sur donde Altamira es el más impactado, el saldo de las torrenciales lluvias desatadas durante varios días han dejado un saldo de casi 30 mil damnificados, cifra que podría incrementarse si prosigue el clima adverso.

Son muchos de ellos, paisanos que perdieron gran parte de sus enseres domésticos y algunos casi todo su hogar. Otros vieron hundirse literalmente sus medios de subsistencia y también hay cientos, quizás miles, que no han podido acudir a sus empleos.

Es evidente que existen diferencias importantes entre estos tamaulipecos que hoy sufren los embates de la naturaleza, con las víctimas del sismo en la Ciudad de México. Los números mortales queda claro, están muy distantes entre sí y el balance es también mucho más caótico en la capital de la República y territorios aledaños.

Pero en los dos casos, hablamos de damnificados.

Para este servidor, fue muy alentador presenciar las muestras de solidaridad de la sociedad tamaulipeca hacia los afectados por el terremoto, pero el drama de nuestros hermanos del norte y sur de la Entidad, a pesar de que les aquejan grandes carencias, no ha movido a reacciones como las destinadas a la Ciudad de México, a Oaxaca o a Guerrero.

Ciertamente las urgencias de esas latitudes son mayores y no admiten ni retrasos ni interrupciones en los auxilios, pero hasta ahora no he visto a institución alguna, a empresa alguna, a organismo social alguno, preocupado por hacer acopio de ayuda para esos nuevolaredenses y altamirenses –los casos más delicados– a fin de agilizar su recuperación. A nadie parece preocuparles la suerte de nuestros hermanos geográficos.

Pareciera también que es necesario que Televisa o los diarios de circulación nacional giren sus cámaras y libretas hacia desastres como los que aquejan a nuestra patria chica, porque sólo así llegan con prontitud los apoyos. La cruel paradoja de estas situaciones es que el drama debe ser también “show” para que llame la atención.

Con ese lamentable olvido, gobiernos y sociedad tamaulipecos estamos cayendo en un penoso refrán:

Somos candil de la calle. Y oscuridad de la casa…

AYUDA ¿RÁPIDA?

En el mismo tema, algo bueno que contar.

La Secretaría de Gobernación metió al microondas la petición del Gobierno del Estado para que la instancia federal declarase zona de emergencia a Altamira, dado el enorme daño que la ha producido a esa comunidad la serie de tormentas y lluvias abatidas en el sur. Ayer, a menos de las 72 horas que dura ese proceso, se formalizó la protección del FONDEN a esas latitudes.

De entrada es un hecho positivo, pero ojalá que se complemente con la agilidad que deberían tener los recursos federales destinados a ayudar a los damnificados, porque en la generalidad de los casos la respuesta “en cash” adolece de una lentitud que duele hasta los huesos y en muchas ocasiones inclusive llega demasiado tarde. Casos que lamentar en ese sentido sobran…

LA FRASE DE HOY

“La sinceridad siempre nos llevará a odiarnos un poco…”

-Mario Benedetti.

Twitter: @LABERINTOS_HOY