Las recientes inundaciones en Reynosa, Tamaulipas, han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de nuestras comunidades ante desastres naturales y la urgente necesidad de contar con mecanismos efectivos de respuesta y recuperación. La devastación que han sufrido miles de familias en esta ciudad fronteriza no solo es un recordatorio de la fuerza de la naturaleza, sino también de la fragilidad de nuestras estructuras de apoyo ante emergencias, especialmente tras la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN).
Las lluvias torrenciales que azotaron Reynosa no solo causaron daños materiales significativos, sino que también desnudaron la falta de preparación y recursos para enfrentar situaciones de esta magnitud.
Sin el respaldo del FONDEN, la respuesta a la emergencia se ha visto limitada, dejando a las autoridades locales y a la población en una situación de incertidumbre y desamparo. La ausencia de un fondo específico para desastres ha hecho que la atención a las necesidades inmediatas de los damnificados dependa de la disponibilidad de recursos en un contexto donde las prioridades presupuestarias son cada vez más restrictivas.
En el pasado, el FONDEN permitía que los gobiernos estatales y municipales accedieran a recursos de manera rápida y eficiente, facilitando la atención a las víctimas y la reconstrucción de infraestructuras, hoy, sin esa herramienta, las comunidades afectadas por las inundaciones en Reynosa enfrentan un proceso de recuperación que se torna lento y complicado. Las familias que han perdido sus hogares y pertenencias se ven obligadas a esperar, muchas veces sin saber cuándo recibirán la ayuda necesaria para volver a levantarse.
Además, la falta de un fondo como el FONDEN limita la capacidad de las autoridades para implementar medidas preventivas y de mitigación. La inversión en infraestructura resiliente, como drenajes adecuados y sistemas de alerta temprana, se vuelve una tarea aún más difícil sin un respaldo financiero sólido.
Las inundaciones en Reynosa son un claro ejemplo de que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos son una realidad que debemos enfrentar con seriedad y preparación.
Es fundamental que la sociedad civil, los líderes comunitarios y los gobiernos se unan para exigir la reinstauración de un fondo que garantice la protección de nuestras comunidades ante desastres.
La reconstrucción de Reynosa y la atención a sus habitantes no deben ser una cuestión de suerte o de prioridades políticas, sino un compromiso inquebrantable de nuestro gobierno hacia su población.
La historia nos ha enseñado que los desastres son inevitables, pero la forma en que respondemos a ellos es una elección que debemos hacer con urgencia y responsabilidad.
Es hora de que los ciudadanos exijamos a nuestros gobernantes que prioricen la creación de un mecanismo efectivo para enfrentar desastres, como el FONDEN, y que se comprometan a construir un país más resiliente.
La vida y la dignidad de cada persona deben ser siempre la prioridad, y es nuestra responsabilidad colectiva asegurarnos de que nuestras comunidades estén preparadas para enfrentar cualquier adversidad. No podemos permitir que la falta de recursos y la burocracia se interpongan en la vida y el bienestar de nuestros ciudadanos.