En verdad, las transiciones que se presentan con la edad, son lo más difícil que un ser humano puede enfrentar. Cuando se es niño, quisieras que lo más pronto posible llegara la adolescencia, y cuando estás en esa etapa, quisieras brincar de dos en dos los peldaños del tiempo para ser un joven; y después, anhelas que en un abrir y cerrar de ojos te llegara la etapa de ser adulto, y es en ese momento, cuando desearías que se detuviera el tiempo, o que éste, fuera más lento, tanto, como para asimilar todo lo que te ha ocurrido antes de entrar al concepto de adulto mayor.

Siento que esto ocurre, porque en el transcurso de la evolución del tiempo de cada persona, no alcanzamos a cerrar del todo cada uno de estos ciclos, pues siempre dejamos algo pendiente, algo que hubiésemos querido haber mejorado, o que desearíamos haber finiquitado con un final feliz, para no llevar a cuestas un ingrato recuerdo.

Todo eso que ha quedado inconcluso tiene una razón de ser, en ocasiones, tratamos de culpar a la falta de tiempo para concluir lo que en algunos reglones de nuestra vida hemos dejado pendiente, pero, no es precisamente esa la razón principal de nuestra frustración, desde mi muy particular enfoque, existe un común denominador que interviene para no cumplir algunos de nuestros anhelos: el miedo. Miedo, por temor a que nos callen por ser demasiado inmaduros; miedo, a expresar abiertamente lo que sentimos; miedo, que nos paraliza ante una injusticia; miedo, de atrevernos a realizar acciones riesgosas; en fin, el temor parece ser el factor que inhibe mucho de lo que en nuestro tiempo queda congelado como una aspiración.

Pensar en todo lo anterior, sin duda genera tristeza o frustración, de ahí que, muchos seres humanos, mejor prefieren olvidar lo que pudo ser y no fue, para poder vivir el presente sin ningún recuerdo doloroso que amargue su existencia.

Abrir los ojos a un nuevo día, sin tener que lamentarnos del pasado, nos da la oportunidad de disfrutar cada segundo de nuestra existencia, haciendo de la misma, una maravillosa melodía que nos inspire a cantarle siempre a la dicha de tener tiempo suficiente para entonar un canto a la alegría.

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