“No es tarea de la universidad ofrecer lo que la sociedad le pide, sino lo que la sociedad necesita…”
Edsger Wibe
Corría 1975.
Quien escribe estaba por iniciar el tercer semestre del tronco común de LAE y CP en la Facultad de Comercio y Administración de la UAT en el campus Tampico y en la explanada del plantel era una tarde testigo involuntario de un caos.
En varios salones, los aspirantes a ingresar respondían su examen de admisión e incrédulos observaban desde sus pupitres la zacapela exterior. En una batalla campal, partidarios de los grupos estudiantiles antagónicos Naranja y Guinda, se disputaban a golpes el control del autobús entregado por Rectoría a la escuela. El escenario era un manicomio.
Esto era sólo el comienzo de una intensa etapa en ese puerto, en la que vivi la violencia en muchos ámbitos de la casa de estudios. El porrismo reinaba en ella y en esos momentos parecía que no tendría fin.
Eran comunes sus andanzas. Una mañana presenciaba una persecusión a balazos en el campus; a la noche siguiente veía a Toño Méndez del grupo Azul de la Facultad de Derecho tirotear en pleno centro porteño a Juan Manuel Sánchez Guerrero, líder guinda en Comercio; y al otro día me enteraba de la muerte del amigo y alumno de Leyes, Nava –sólo conocía su apellido– en una disputa en el bar Aloha, frente a la Plaza de Armas. Esto es sólo una muestra.
Varios años después ya en Victoria, vi continuar la epidemia de violencia universitaria. Fueron días aciagos en que la capital se cimbró con una estela de muertes que aún perturban la memoria de sus residentes, hasta que una noche Tomás Yarrington y Humberto Filizola, en ese entonces gobernador y rector respectivamente, dieron un golpe de timón al Alma Mater estatal y con la ayuda de la PGR detuvieron al máximo líder estudiantil en esta ciudad y con esa acción iniciaron un proceso que los llevó a retomar el mando de la universidad.
Necesitaría diez espacios como este para describir más experiencias semejantes, pero sólo expongo lo anterior para dar una breve idea del ayer vivido en la UAT y exponer si me permiten, ya sin el amago de la violencia, la enorme diferencia con el presente de la misma institución.
El proceso de reivindicación de nuestra universidad ha llevado años, pero desde hace meses ha escalado a un nuevo perfil que habla de su real transformación académica y de su renovada vinculación social.
No citaré todos los planes y acciones sobre nuevas carreras y notable expansión de su infraestructura física y docente, para no cansar a quien esto lea, pero de manera especial quiero citar un proyecto histórico: La creación de un hospital universitario en Tampico, un sueño que hoy impulsa el rector Dámaso Anaya en la Cámara de Diputados, con una sólida factibilidad de que se haga realidad.
No sé cuántas veces haya sucedido, pero era para este servidor una frustración atestiguar durante décadas, como muchos servicios operatorios de la Secretaría de Salud y de la misma UAT se trasladaban al hospital universitario de la UANL en Monterrey, por las inadecuadas condiciones locales.
Con ese antecedente, ojalá se concrete ese proyecto de la Rectoría. Ojalá reciba los recursos la universidad para cristalizarlo.
El presente de nuestra Alma Mater permite recordar ya sin angustia, un anuncio pubicado en los 80’s en el periódico El Norte, en donde un consorcio solicitaba profesionales para un puesto directivo, con un texto al calce: “Egresados de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, abstenerse”.
Ese ayer describe un drama; este hoy, exhibe un orgullo…
X: @LABERINTOS_HOY