Hoy me desperté temprano, sonriendo y agradecido, el motivo lo comenté de inmediato con mi esposa, y como suelo comentarle otras tantas cosas al levantarme, ella me pidió me durmiera un rato, más, era tanta mi alegría, por el hecho de haber platicado con mi padre, sobre todo, después de que ambos habíamos estado tanto tiempo guardando silencio, que para mí fue indispensable que alguien lo supiera; cuando por fin logré la atención de María Elena, ella para sosegarme, me dijo que seguramente sólo se trataba de un hermoso sueño, pero con agrado accedió a escucharme e inicié mi relato: Llegué a un gran salón donde se celebraba un importante evento, en forma discreta me senté en una de las sillas destinada para los asistentes y cuál fue mi sorpresa, que parado en el podio del disertante se encontraba mi padre, el habló sobre la vida, lo hizo desde su muy particular enfoque, todos estábamos atentos a lo que decía, todos menos yo, porque parecía que el mensaje iba dirigido solo a mí; en menos de una hora, el resumió su existencia, después hizo una pausa y dirigiéndose al público, nos invitó a preguntar o plantear nuestras dudas, como nadie lo hacía, se dirigió a mi persona y me invitó pasar al frente, entonces empecé a sudar frío, sin duda me encontraba temeroso, mas, no lograba dilucidar si el motivo era estar frente al público o estar frente a mi padre; como era tanta su insistencia me dirigí hacia él y en voz baja me dijo: No tengas miedo, yo se que tú puedes con esto y más; le contesté que por estar tan emocionado al verlo no puse atención al tema, sonriendo me contestó lo siguiente: Te daré una pista, recientemente escribiste sobre la importancia del tiempo de cada quien, y yo he hablado de lo que fue mi tiempo en vida, entiendo que no estuvieras totalmente de acuerdo en la forma en que hice uso de mi tiempo, he de reconocer que jamás les dije porqué hacía todo aquello que parecía contradictorio a su sentir, pero he de decirte ahora, que no siempre fui así, motivos pudo haber habido muchos, pero ninguno sería lo suficientemente poderoso, como para justificar mi conducta; misma que yo hacía por tener una terrible sensación de que viviría poco, de que moriría joven y entonces, decidí hacer con mi tiempo, lo que yo pensé en aquellos días era lo que necesitaba para ser feliz, sin duda me equivoqué, porque cuando llegó el fin de mis días, me encontraba solo, como solo te encontrabas tú aquel día, cuando impartías una clase a tus alumnos en la escuela de Psicología, a pesar de tener compañía; que ¿por qué te llamé ese día precisamente a ti, con el que menos compartía mi tiempo? porque necesitaba que tomaras mi mano, para sentir que no me guardarías ningún resentimiento, así es que, al llegar a mi lado, asustado como ahora lo estás, tomaste mi mano cuando sentía caer en aquel obscuro abismo de la inconciencia, iluminándose así el camino hacia la otra vida. Ahora, que ya entendiste el tema que diserté, podrás hablar con libertad y plena conciencia.
Hoy me desperté temprano, sonriendo y agradecido, porque tomé tu mano padre, antes de que la oscuridad del abismo fuera tal, que no me reconocieras, hoy estoy feliz porque la luz del amor que siento por ti, iluminó el camino que te llevaría a la vida eterna.
“Sed, pues misericordiosos, así como también vuestro padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad, y se os dará; dad abundantemente y se os echará en el seno una buena medida, apretada y bien colmada hasta que se derrame. Porque con la misma medida con que mediréis a los demás, se os medirá a vosotros” (Lc. 6: 36-38)
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