Y de pronto, llegó a mi humilde hogar una visita inesperada, él se encontraba parado en el umbral de la puerta, y fue asà como pude vislumbrar su aún recta figura, que con el reflejo del sol lo hacÃa verse más que colosal; era mi estimado TÃo Tiótimo, que se atrevió a dejar temporalmente su refugio ancestral, para poderme avisar que habÃa tenido un sueño que merecÃa la clasificación de profético, y al que le adicionaba caracterÃsticas de sobrenatural, y que siendo el hombre fiel devoto de su cultura original, aseguraba que la mentada profecÃa se podrÃa conjurar si le contaba el sueño a un querido familiar. Aunque no esperaba tal encuentro, y mucho menos la encomienda de descifrar el sortilegio que sólo se aprecia en los cuentos, por respeto y por educación, le di el recibimiento que debÃa, para prestarle toda mi atención; después procedà a sentarlo en la mesa del comedor, pues de antemano sabÃa que siempre le apetece la bebida que le suma energÃa y le prende la inspiración; su buena taza de café, de la mezcla que más le agrada, caracolillo y córdoba me decÃa, cuando me quieras alegrar el dÃa; y sÃ, al darle el primer sorbo, no le importó el estorbo de su albo bigote, mucho menos lo caliente de la aromática infusión, después, ya relajado, como entrando en  callado trance, cerrando sus ojos al dejar caer sus parpados pesados, me dijo con voz enigmática: Y vendrán los tiempos en los que el desánimo pese más que la esperanza, y se perderá con ello la confianza hasta en sà mismos, y las quejas, se multiplicarán como los males indeseables que dicen que siempre padecemos y son normales, pero la verdad, tienen su origen en la locura de no querer saber más de lo que pasa, porque será muy evidente el no querer ser más consiente y ponerse a trabajar en lo que conviene, y no en lo que detiene el avance de tan tremendo mal, pues el que cree tener lo suficiente para medio saciar sus necesidades más apremiantes, ya no querrán sufrir más calamidades, se conformarán con ver a los que concibieron diferentes, por no pensar igual y que fueron juzgados como enemigos por padecer la aspiración para terminar con la discapacidad recurrente que los condicionaba creer que el progreso estaba mal, se conformaban a vivir en las mismas condiciones sin considerar las verdaderas razones para bajarlos del supuesto pedestal, desde en el cual, decÃan, ejercÃan sus funciones para defender lo que con tanto esfuerzo les habrÃa de costar.
Dicho lo anterior, el tÃo regresó de aquel trance, y sin más, se despidió, dejándome intrigado con aquel acertijo singular.
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