Como muchas cosas en la vida, la noticia tiene dos rostros: El que podemos sin lugar a dudas llamar bueno y en contraparte, el que podría ser malo.
Me refiero a la figura de Testigo Electoral Protegido que presuntamente manejará este año en el proceso local de Tamaulipas la Fiscalía Especializada para Delitos Electorales, conocida por sus siglas como FEPADE, de acuerdo al anuncio de Alejandro Rojas, senador suplente de Ricardo Monreal, líder en la Cámara Alta del Congreso de la Unión.
¿Por qué hablar de un lado bueno y por qué un lado posiblemente malo?
Expondré mi opinión personal.
Es evidente el perfil positivo de la medida en un terreno electoral como el mexicano, cargado de manipulaciones a la ley, compra de votos, manoseo de programas sociales y ahora también de amenazas a la seguridad y hasta vidas, de autoridades en la materia y de los propios votantes.
El último factor es precisamente el que más frena a la denuncia, porque nadie en su sano juicio se atreve hoy a presentar una queja abierta y a cara expuesta ante el temor, muy fundado por cierto, de sufrir las consecuencias de ese acto de valor civil. Sobradas y lamentables pruebas existen de eso.
Así, denunciar en el anonimato –al público no al oficial– abre la puerta a aplicar con mayor rigor la ley a los delincuentes electorales, si no existe el miedo a recibir represalias como respuesta y si se confía en la discreción de las autoridades, otro factor en tela de duda.
Pero, siempre surge ese indeseable “pero”, reflejo del posible lado malo.
Y lo expongo en forma de pregunta:
¿Quién o quiénes determinarán la solvencia moral y social de esos denunciantes anónimos, así como la validez y solidez de los reportes presentados por esa vía?
Vamos, ni siquiera será necesario entregar esas pruebas en forma directa, porque bastará hacerlo en una llamada telefónica, en un correo o con algún otro medio electrónico, conforme a lo anunciado.
Como muestra basta ver lo que sucede en esas “benditas redes sociales”, que arrebatarían una gran dosis de credibilidad a las denuncias y las contaminaría de entrada. Así, algo en esto desprende un aroma no grato.
Con el antecedente de cómo se han manejado los procesos electorales en nuestro país, sujetos a los vaivenes del poder político en turno, ciertamente existe la posibilidad de que esas denuncias sean manipuladas y en casos extremos hasta creadas para incidir en un resultado en las urnas.
No sobra decir que la figura de testigo protegido debe estar fincada en la buena fe y en las buenas intenciones. Quiero creer en eso. Sin embargo, la historia cercana nos arroja de bruces en la realidad y hace levantar por lo menos una ceja en gesto de duda.
No vaya a ser que en este pantanoso terreno también se aplique la máxima juarista de “A los amigos, justicia y gracia”…

PREVENCIÓN, DIVINO TESORO
Ayer tuve ante mi vista un mapa sui generis. En una fotografía tomada desde un satélite, se marcan en ella los incendios forestales que sufre la República Mexicana. Es impresionante ver a nuestro país convertido en un infierno real por el extraordinario número de siniestros que se registran en sus bosques y sierras.
Y sin embargo, algo llama la atención. En el territorio de Tamaulipas, apenas aparece uno o dos puntos rojos que casi pasan inadvertidos ante la llameante marea que consume al centro y sureste de México.
No es casualidad. Es un trabajo coordinado de autoridades federales, estatales y municipales con productores y sociedad civil para reducir ese riesgo. Hasta ahora, pese a no ser un panorama óptimo, la cifra de fuegos en nuestro Estado dista mucho de ser un foco de alarma.
Lo bueno también se cuenta y cuenta mucho decía Enrique Peña. Queda claro que está funcionando la estrategia iniciada por el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca desde los primeros meses del año en la prevención de incendios forestales. Empezó bien 2019 en ese terreno y con las recientes lluvias parece que terminará mejor…

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