En mi niñez, cuando tuve consciencia del significado de valorar lo que se te da con amor, me bastó una sola recomendación de mi madre para ser fiel custodio de aquello que sin importar su tamaño considerara que se me obsequió de corazón. Recuerdo que empecé con pequeños objetos, una ficha de refresco, una pluma de ave, una pequeña joya de fantasía, una estampilla de correo, un lápiz, un cuento, un pañuelo, un anillo de plástico. Pasó el tiempo, y en una ocasión, mi madre arreglaba el cajón de mi ropa y encontró una pequeña caja de lámina donde guardaba todos esos objetos; sin poder eludir su curiosidad abrió la caja, y después me fue a preguntar sobre su contenido; con alegría le contesté, que eran mis tesoros más preciados, se me quedó viendo esbozando una hermosa sonrisa, me abrazó y me preguntó que de dónde los había obtenido, le empecé a decir los nombres de aquellos que me los habían obsequiado; ¿Por qué los guardas? me preguntó, le contenté que porque ella me había aconsejado que cada vez que alguien me diera algo de corazón lo guardara como si fuera un valioso tesoro; siguió diciendo ¿y cómo sabes tú que te lo está obsequiando de corazón? No lo sé, pero lo siento, ¿cómo es eso que lo sientes? Sí, lo siento en mi corazón, mi progenitora sonrió, puso su mano derecha sobre mi cabeza y sacudió en dos ocasiones mi cabello; no sin antes comentar, que lo que estaba atesorando en verdad no eran los objetos, sino el acto de amor con el que me habían sido obsequiados y que el verdadero afecto no estaba depositado en las cosas materiales, sino en las buenas personas, me invitó a que en adelante procurara atesorar los buenos sentimientos de nuestro prójimo, por tal motivo posteriormente vineros obsequios ligados a las emociones gratas que alimentan el espíritu entre ellas: un cálido abrazo, un fraternal apretón de manos, un sabio consejo, un elogio de buena voluntad; pero sobre todo la amorosa entrega personal de una madre, un padre, un hermano, una esposa, un amigo y en general de todos aquellos seres que aún no estando vinculados directamente con mi persona me hicieron sentir feliz por el sólo hecho de haberlos conocido y haberme dado la confianza de poder servirles de corazón.
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