No he conocido un ser humano que carezca de talento, algunos de estos dones, se hacen evidentes a temprana edad, otros, conforme las personas avanzan en edad. Hay talentos muy lucidores, otros son discretos, pero igual distinguen a quienes los poseen.

En una ocasión, una persona presumía los talentos de sus hijos, aseguraba que todos ellos habían sobresalido cuando estudiaban y ahora eran unos reconocidos profesionistas; el hombre aquel no cabía de orgullo, los que lo escuchábamos, llegamos a experimentar diversos sentimientos, uno de los presentes dijo: Qué envidia, mis hijos son excelentes en todo lo que hacen pero no tanto como para que la sociedad se los reconozca, digamos que están arriba del estándar en la inteligencia y desempeño profesional; otro comentó: A mí me parece que está exagerando, siento que los logros que han tenido, no son para tanto, mis hijos también son buenos profesionistas y si bien no han recibido algún reconocimiento importante, al menos nadie ha presentado quejas de su conducta y desempeño.

Como me encontraba un tanto alejado del círculo de la discusión, me concreté únicamente a escuchar, pero mi disimulado desinterés y mi persona, no pasó desapercibido por uno de los del grupo de los que dialogaban, quien señaló: Este ni siquiera opina, seguramente se avergüenza de su descendencia, por eso calla; al escuchar eso, sentí como si una fuerza extraña me impulsara a responder, pero permanecí en silencio, pero aquel hombre insistió en involucrarme en la charla, y dirigiéndose a mí, me preguntó: ¿Tienes hijos, nietos o algún familiar que haya destacado por su talento? Seguramente no tienes mucho que opinar sobre este tema. Entonces superando mi molestia le dije: Mi descendencia es virtuosa, su mejor talento lo desempeñan de manera callada, son respetuosos, pacientes y tranquilos, son solidarios y confiables, procuran no ofender a nadie; no compiten por las cosas mundanas, se alegran con el éxito de las personas, no son egoístas, no son envidiosos y gustan de privilegiar los valores como la justica, la honestidad y la amistad, y sí, yo también me siento orgulloso de ellos, sobre todo, de una de mis nietas de nombre Andrea, cuyo mayor talento es ser feliz, ella vive en la paz que le proporciona la inocencia y por eso se ha ganado el amor del Padre.

Hay talentos que son tan sublimes, que sólo se pueden ver y sentir cuando se ama de verdad a las personas.

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