Como recordarán ustedes, mis últimos artículos han estado dedicados al tema de la educación técnica. Primero hice una reflexión general sobre lo que significa este tipo de educación y las implicaciones que conlleva.  Después hice un breve análisis histórico sobre los principales modelos en el mundo (alemán y francés), para arribar ahora, en mi tercer y último artículo, a la educación técnica en Tamaulipas con motivo del aniversario luctuoso de mi abuelo, Juan Báez Guerra, el pasado 13 de febrero (él murió ese día en 1977), luchador agrario ejemplar en cuyo honor nombraron el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA 117) de Tula, Tamaulipas.

El Centro está ubicado en el ejido Tanque Blanco, municipio de Tula, y forma parte del subsistema integrado en la Unidad de Educación Superior Tecnológica Agropecuaria y Ciencias del Mar de la Subsecretaría de Educación Media Superior; este CBTA brinda invaluables servicios desde hace 42 años (1980) no sólo al municipio donde se localiza, sino a toda la región semiárida de la entidad, que, además de Tula, comprende también los de municipios de Miquihuana, Bustamante, Palmillas y Jaumave, y cuyas familias se dieron a la tarea, desde 1972, de gestionar un plantel de educación media superior para ampliar el horizonte de oportunidades para sus hijos, quiénes en ese entonces no tenían más alternativa que andar tras el arado y tallar la lechugilla.

Con esa finalidad, se integró un comité especial un 7 de octubre de 1979 con la asistencia de 52 presidentes de comisariados ejidales y 25 representantes de pequeñas propiedades del municipio de Tula, contando con el aval del Comité Regional Campesino. Para el 10 de marzo siguiente, se le presentó el proyecto a mi padre Jaime Báez Rodríguez, que en ese entonces era diputado federal por el IV Distrito, para que elevara su solicitud ante el presidente de la República, José López Portillo.

Un mes después, el 12 de abril del mismo año, en visita ex profeso, mi padre comunicó a la comunidad que se había autorizado la construcción del centro de estudios y que él personalmente se encargaría de agilizar los trámites ante la entonces Dirección General de Educación Tecnológica Agropecuaria (DGETA). En agradecimiento a su apoyo, las familias del municipio le pidieron que la escuela llevara el nombre de mi abuelo como reconocimiento a su trayectoria en beneficio de los campesinos.

El 2 de julio de 1980, el patronato fue notificado por la DGETA de la creación del Centro de Estudios Tecnológico Agropecuario 117, y que funcionaría provisionalmente en los salones ejidales de Tanque Blanco, siendo inaugurado el día 31 de agosto de 1980 por el candidato a gobernador doctor Emilio Martínez Manautou con una matrícula inicial de 150 alumnos. Una vez que el ejido sede formalizó la donación de 100 hectáreas de terreno, se inició la construcción del edificio e instalaciones propias en 1981.

Su infraestructura actual comprende 3,240 m2 de construcción, contando con los siguientes inmuebles: taller de frutas y verduras, taller de agroindustrias, rastro, posta porcina, taller de posta bovina, laboratorio de prácticas químicas, departamento de servicios escolares,  departamento de desarrollo académico, biblioteca escolar con equipo de cómputo, taller de fertilizantes orgánicos a base de lombriz californiana, para conservar forraje verde y dos laboratorios de cómputo, además de sesenta hectáreas para establecimiento de forrajes, vivero para producción de plantas frutales, hortalizas, guayaba, calabacita, etc., huerta de olivos y un pozo profundo de 120 metros suficientes para regar las sesenta hectáreas con sistemas tecnificados de riego.

Su plantilla docente está integrada por 43 profesionistas de diversas disciplinas: agrónomos en desarrollo rural, agrónomos en suelos, agrónomos fitotecnistas, médicos veterinarios, administradores de empresas, especialistas en suelos y licenciados en informática, con un grado máximo de estudios de postgrado en ciencias de producción animal tropical.

La matrícula es de 253 alumnos en total, que desarrollan sus estudios en dos modalidades: escolarizado, que es el plan para recién egresados de secundaria, y auto planeado, pensada para adultos que vieron interrumpidos sus estudios. Para el plan escolarizado se ofrecen las carreras de técnico en ofimática y técnico agropecuario; para los adultos solo la de técnico agropecuario. El director es el arquitecto Edgar Valentín Juárez Ortiz.

Con un abandono escolar de tan sólo 4.12%, una aprobación del centro de 89.37% y una eficiencia terminal del 74.4%, los alumnos de este CBTA tienen una estrecha vinculación con el sector productivo ya que en los talleres y laboratorios son capacitados para obtener productos terminados, como es el caso del taller de carnes, en el que se elabora chorizo que se vende directamente a los consumidores en el mercado municipal, donde la escuela tiene un local para la comercialización de sus productos; además de cárnicos, otros productos que los estudiantes elaboran y comercializan son dulces de leche, semillas, cacahuates salados y mazapanes. Los animales utilizados son alimentados con forrajes que los alumnos siembran.

Algunas investigaciones realizadas por el plantel han sido las siguiente: efectos ambientales sobre la reproducción de vacas Simmenthal en condiciones de clima semiárido de Tamaulipas; determinación de los componentes de rendimiento de semillas de zacate buffel en la región semiárida de Tamaulipas; producción de trigo harinero en la región semiárida de Tamaulipas, y mezcla de gramíneas de invierno en el suroeste de Tamaulipas, entre otras. Este año se lleva a cabo el proyecto en coordinación con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) sobre la adaptación y rendimiento de 11 especies de árboles frutales.

Hace un año escribí aquí sobre mi abuelo Juan Báez Guerra desde la perspectiva de la vocación de servicio como herencia y destino. Él nació prácticamente con el siglo XX, en 1906, y su vida y trayectoria son un testimonio cabal del autodidactismo, el esfuerzo y la tenacidad para salir adelante, al grado de que, con solamente el tercer grado de primaria concluido, llegó a ser uno de los líderes agrarios más importantes de Tamaulipas y de México, siendo fundador y pilar fundamental de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Tamaulipas, que organizaría al lado del histórico Úrsulo Galván.

Mi abuelo tuvo aspiraciones genuinas y firmes, pero no fue nunca un “aspiracionista” vulgar, en el sentido de que sólo le interesara su crecimiento individual a costa del de los demás, o de que el patrimonio o los bienes que llegó a tener los usara para ostentar y presumir con mezquindad y frivolidad su “éxito”, olvidándose de dónde venía y cómo hizo lo que hizo. Juan Báez Guerra fue un hombre honesto y trabajador, sus éxitos y logros fueron también los de su comunidad, sobre todo porque trabajó siempre con un objetivo firme y claro que lo guió hasta su muerte: servir a los campesinos de Tamaulipas y de México. El hecho de que un centro de educación técnica lleve su nombre es el homenaje más hermoso que se le pudo haber ofrecido y es el mejor ejemplo de lo que él quiso hacer, e hizo, para su pueblo.

Esa es la visión de vida que transmitió a mi padre, mi tío y mis tías, quiénes la atesoraron y cultivaron al formar sus propias familias: lo fundamental en la vida es saber cuál es tu misión y cuál es tu deber y actuar en consecuencia.  Estimado lector, lectora, desde mi perspectiva, le damos sentido a la vida cuando precisamente identificamos nuestra misión y deber, pero sobretodo, cuando nos aferramos estoicamente a concretarlos, en beneficio de nuestra comunidad.

La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión