En los domingos pasados más recientes en el Evangelio se ha contemplado que mucha gente seguía a Jesucristo.

En el texto del Evangelio de este día, Jn. 6:1-15, se presenta la misericordia de Dios que se refleja en los gestos humanos de Jesús: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?”.

Esa misma pregunta resuena hoy en la conciencia de muchos de nosotros: ¿Cómo compraremos pan si el mundo produce lo suficiente para que coman todos? Según los criterios humanos el balance es el mismo del apóstol Felipe: “nada es suficiente para que a cada uno toque un pedazo de pan”. Pero los criterios del Reino de Dios son otros.

En el Evangelio sucede algo extraordinario: “Estaba cerca la Pascua”, fiesta en la que el pueblo celebraba la liberación de la esclavitud y recuerda la bondad de su Dios (por eso había tanta gente venida de todos los pueblos).

En ese contexto aparece un muchacho, un joven que representa la novedad, el atrevimiento y la rebeldía contra la ley establecida, “con cinco panes de cebada y dos pescados”; son las primicias para la ofrenda, o para la cena de Pascua, que debía ofrecerse a Yahveh. En ese lugar había hierba para sentarse, estar en paz y aguardar el milagro.

Para Jesús el pueblo es lo primero y la mejor ofrenda a Dios es luchar por la justicia: hacer que las primicias de lo trabajado y lo cosechado se compartan y se repartan por igual entre los hombres, para que nadie pase hambre. Cuando hay justicia hay abundancia; si hay abundancia, hay pan de sobra que se debe recoger “para que no se desperdicie” y sirva para muchos otros que no han comido.

El amor a Dios presupone el amor al hermano y tal amor debe ser activo, fértil, capaz de transformar el rostro de una sociedad egoísta y estéril. En ésto radica el milagro de la multiplicación: pan para todos.

Se puede orar con las palabras de la oración de la misa dominical: “Señor Dios, protector de los que en ti confían, sin ti nada es fuerte, ni santo; multiplica sobre nosotros tu misericordia para que, bajo tu dirección, de tal modo nos sirvamos ahora de los bienes pasajeros, que nuestro corazón esté puesto en los bienes eternos”.

Que el amor y la paz del buen Padre Dios permanezca siempre con todos ustedes.