En el silencio, aún se pueden escuchar los pensamientos de aquellos, que queriendo expresar sus sentimientos, prefieren callar su boca, pues temen que sus palabras pudieran no ayudar, en lo que toca a resolver cualquier cosa que está muy alejada de su posibilidad; pero, en ese silencio tan tortuoso, aún quisieran saber, al preguntar, si está bien callar o sería mejor expresar su parecer, sobre todo aquello, que sin desear, les llega a perturbar, sintiendo que es para su mal, creyendo también, que pudieran con eso dar crédito a las frases de ocasión, como aquella que hoy se nos ocurre y cita: No todo lo que se aprecia como mal resulta tan dañino, porque si al cuerpo mortifica y lo deja herido, existe por naturaleza la posibilidad de sanar, y si fuera el alma a la que afecta, para muchos, por ser invisible e intangible, sencillamente no podría afectar.
El espíritu crece en silencio, porque todo aquello que se calla y no se dice al exterior, al quedar varado en la consciencia, le da oportunidad al alma para reflexionar, y trasladar lo mejor de la experiencia, al espíritu que es toda bondad, y que goza además de la divina complacencia de su dueño y creador.
Bienaventurado el que puede escuchar hablar al espíritu de un ser amado, que ante la impotencia, debido a la corta edad o por discapacidad genética o accidental, piensa y no actúa en consecuencia, por conocer sus limitaciones y tiene que aceptar sin condiciones, lo que será para su bien o para su mal.
Silencio… que el espíritu está creciendo para evolucionar y poder estar en la frecuencia, que le permita la intimidad con quien le dio la oportunidad de radicar en el cuerpo de un mortal, para conocer del bien y del mal, y conocer todas las variables que pueden distorsionar la verdad y dificultar con eso, el camino para llegar a su destino.
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