Me gusta mucho escuchar el silencio, me llena de paz y me transporta a un mundo de equilibrio, donde mi razón toma el control, como si poseyera un poder supremo e iluminara mi nebulosa y recargara mi pila de una energía que me impulsa a reencontrarme y de pronto, se abre una puerta que me guía hacia un desván lleno de recuerdos y emociones que fueron almacenadas muy selectivamente por mis neuronas, como no queriendodesprenderse de ellas, porque había un vínculo muy fuerte que me obligaba a abrazarlas.

Puedo ver dentro de mi y escucharme. Ser solidaria y acompañar mi voz interior y establecer un diálogo como con mi mejor amiga. Sin nada que interrumpa ese estar encontacto conmigo misma y con lo que me rodea. Sentir el despertar de mis sentidos y palpar con mis ojos cerrados, cada parte de mi cuerpo en reposo.

Si, me gusta el silencio que me permite escuchar, observar y sentir que soy parte de un universo armónico, sincronizado y rítmico, que me muestra el devenir de un tiempo sin prisa, cada minuto del día, cada segundo en las horas transcurre con tal exactitud, que me obligo a caminar despacio.

Me niego a poner de nuevo el acelerador. Cuántos sonidos se habían quedado ahogados en el ruido cotidiano. El susurro del aire y el canto de los pájaros, el suave ritmo del agua al caer de una pequeña fuente decorativa y unas notas de piano apenas perceptibles que ahora me llenan de paz, permanecían ahí, sin apenas darme cuenta.

Cuán necesario parar de vez en vez para retomar el curso. La vida moderna nos ha llevado hacia un camino sin retorno, que nos separa de la satisfacción de las necesidades humanas mas elementales, y nos exige ser funcionales, en un mundo donde la inteligencia artificial sustituye aceleradamente a la inteligencia emocional.

De pronto nos encontramos viviendo tan de prisa que llegamos a desconectarnos del aquí y ahora, encadenados a las cargas del pasado y corriendo tras un futuro cada vez más incierto. Necesitamos un poco de silencio. Tranquilizar la mente y aliviar la ansiedad y el estrés que ahora nos producen no sólo dolores de cabeza y migrañas, sino también presión arterial alta, diabetes o gastritis.

No necesitamos mucho para comprender la diferencia de lo que sucede en Japón, un país industrializado a marchas forzadas, donde morir por trabajar ha dado origen incluso a una palabra nueva “Karoshi” y se ha convertido ahora en un problema de salud pública, y los estándares de vida que han alcanzado los países escandinavos, donde su población se ubica en los primeros lugares de las estadísticas que estudian la felicidad, según reporta el ‘WorldHappiness Report’ de este año, donde sobresalen Finlandia, Dinamarca y Suiza, que por cierto, ha establecido la Ley del Silencio.

Los suizos valoran en exceso su tranquilidad e invierten mucho en la modernización de sus vías ferroviarias y del transporte publico para hacerlos que funcionen de manera silenciosa;han puesto a prueba camiones eléctricos para recoger la basura; los fines de semana no se puede usar la lavadora, lavar el coche o cortar el césped; prefieren utilizan un rastrillo manual a un depilador eléctrico. Y si alguna vez visitamos Suiza, no hay que olvidar que está penado tirar la cadena del inodoro a partir de las 10 de la noche.

No es necesario llegar a los extremos. Es inevitable el ruido en la subsistencia en las condiciones del mundo moderno, pero de igual manera, no podemos negar la urgente necesidad de encontrar espacios, aunque sea por un breve tiempo, de silencio, de relajamiento.

Actualmente, el silencio ha pasado a formar parte de los objetos de estudio entre la comunidad científica, que busca identificar su impacto en el cerebro y en la salud general de la población, que beneficios aporta y que ventajas ofrece para la convivencia social.

Dar un paseo por las mañanas en medio de la naturaleza y tomar un poco de sol, disfrutar del silencio del amanecer aun cuando solo sean los fines de semana, nos ayuda a vaciar la mente, a calmar el alma y a llenar los pulmones de aire puro, a oxigenar nuestras neuronas dando reposo a nuestra mente que nos exige un descanso tranquilo y reparador.

El MindFullness cada vez se aprende más, una forma de reiniciar nuestro cerebro obligándolo al silencio interior, llevando a revisar el estado de cada parte de nuestro cuerpo, de nuestras necesidades y emociones, para en un nuevo renacer, reencontrar motivos y afianzar razones que nos llenan de creatividad y positivismo para volver a la rutina del quehacer diario.

“El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes”. Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, pensador y ensayista inglés.

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