Platicaba un pesimista y un optimista, que a pesar de sus diferencias tenían la capacidad de escuchar sus puntos de vista sobre la vida y sus contrastes: El pesimista habló primero y dijo: No hay nada que hacer, todo está perdido. El optimista le contestó: Anímate hombre, si bien pareciera que obscurece más temprano, mientras el sol brille las cosas se verán claras, y mientras exista la luz podremos encontrar lo que crees se ha perdido.

¡Ah! Reconoces entonces que tengo la razón, navegamos sin tener rumbo fijo, parecemos un barco a la deriva, repuso el pesimista. No veas sólo el lado oscuro de lo que acontece, cuando se tiene esperanza, siempre existirá la confianza de que todo mejorará, además, hasta un barco sin timonel, llegado su tiempo y su día, llegará a algún lugar, pues tiene como aliados a las olas y el viento que recorren el mar, hay factibilidad, dijo el optimista. Refunfuñando el pesimista comentó: ¿acaso no puedes ver todo el peso que llevamos cargando? Mis pies están cansados y por ir arrastrándolos, voy tropezando con o sin obstáculos que salen a mi encuentro.

Le contesta el optimista: Levanta pues los pies y desecha el pesado saco de pensamientos negativos que vas cargando, recuerda que son sólo eso, pensamientos, no les sigas dando cabida en tu mente, deja espacio para ver que en todo reto existe una oportunidad para reparar los daños que con el tiempo suelen acumularse, separa la paja del trigo; ahora mismo estás frente a un factor que puede ayudarte a disipar la bruma que no te deja ver con claridad.

Un factor, dices, yo sólo veo un obstáculo más, pues te has plantado frente a mí y no me dejas avanzar, repuso el pesimista. Pero hombre, si no has avanzado ningún sólo paso, te la has pasado quejándote desde que iniciamos esta charla, vamos déjame ayudarte, estoy precisamente aquí, frente a ti para eso, para despejar el camino, pues has de saber querido amigo, que ambos somos necesarios para allegarnos un destino promisorio, dejemos pues atrás, las diferencias ideológicas, yo no soy tu enemigo y tu no eras antes diferente a mí, tenías un concepto totalmente positivo de la vida, pero te dejaste seducir por los lamentos de quienes sacan provecho del descontento, acaso no sabes que los dos debemos de esforzarnos para llegar a la cima. ¡A la cima! Dijo contrariado el pesimista<, te refieres al lugar al que aspiran los creyentes.

No mi estimado amigo, la cima suele definirse de diferente manera, de acuerdo al cristal con que se vea; yo me refiero, dijo el optimista, a la cima de la cordialidad y razón que nos puede hermanar, ahí donde no existen envidias, ni rencores, sino alternativas para lograr una mejor calidad de vida , pero debemos empezar por sacudirnos el polvo del engaño, dejemos de escuchar a los agoreros del infortunio y abramos nuestro corazón a la humildad, a la solidaridad, pues es imprescindible respirar un clima de certidumbre, para logar la verdadera paz y la justicia que anhelamos.

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