“Lo que es el maestro, es más importante que lo que enseña…”

Karl A. Menninger

 

Difícilmente en las guerras se registran empates.

Pueden ser guerras armadas, ideológicas, deportivas, sindicales y hasta políticas, que hoy abordo en este espacio en los dos últimos aspectos.

Los adversarios, que pueden ser dos, tres o grupos enteros, en todo momento sostendrán al término de su enfrentamiento que ellos ganaron y por consecuencia ninguno aceptará que perdieron esa confrontación. Depende, como asienta la voz popular, del color del cristal con que se mira.

Pongo sobre la mesa el tema por el desenlace que hasta ahora parece haber dado fin al conflicto entre el magisterio tamaulipeco y el gobierno del Estado, representado éste por la Secretaría de Educación.

Si usted habla con la titular de la SET, Lucía Aimé Castillo, con seguridad le dirá que se mantuvo el orden en la educación, que triunfó el trabajo institucional y que el área bajo su mando no se plegó a demandas fuera de contexto. En otras palabras, en este escenario ella y sus huestes ganaron.

No está sola en esa postura. Si en lugar de ella hablamos con Arnulfo Rodríguez, Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Educación en Tamaulipas –vale decir de los maestros que son la inmensa mayoría de este gremio­– también presumirá que los docentes se impusieron y que lograron imponer sus exigencias, en las cuales la única que no se les concedió y que para ellos era la número uno, fue la remoción precisamente de Lucía Aimé.

¿Entonces quién o quiénes ganaron?

En realidad, ninguno de los dos bandos. Los dos en la opinión de quien escribe sufrieron un descalabro, porque ambos sufrieron heridas que tardarán en sanar, si es que lo hacen.

¿Por qué?

En el caso de la SET, quedó expuesto su ríspido distanciamiento con el sindicato o mejor dicho con su dirigente, que en algunos casos alcanzó una confrontación crítica. No fue gratuito que el magisterio pidiera con tanta vehemencia el reemplazo de Lucía y eso marca para ella la necesidad de aplicar un antes y un después. La relación no puede continuar así o una segunda reacción sindical podría resultar mucho más dañina.

Nada de lo que hagan las dos cúpulas reparará el daño, que como sucede con las piezas de porcelana cuando se rompen, por bueno que sea el pegamento y no se note la unión de los pedazos, su solidez nunca será igual y podría resquebrajarse con un mal movimiento.

¿Cuál es la lección para Arnulfo?

Sin duda esta ha sido una de las experiencias laborales más complicadas y sufridas para Rodríguez Treviño. No por el movimiento que encabezó, sino porque el resultado del mismo le obligó a poner los pies en la tierra: Ya no es el mismo dirigente de 15 años atrás.

Aquel fronterizo claridoso siempre echado para adelante acaba de comprobar que lo que pensaba era apoyo irrestricto del magisterio hacia sus acciones puede convertirse en humo de un día para otro. La reunión en la Secretaría de Gobernación a donde acudió porque se lo ordenaron y la violenta noche del martes fueron un trago amargo que lo hará pensar dos y hasta tres veces antes de abrir nuevas trincheras.

Reitero mi aoreciación: Los dos bandos perdieron.

Ojalá que no se repita este sainete que por fortuna tuvo una corta vida, porque eso agregaría otro derrotado, que es el más importante. Una víctima que no merece ser moneda de cambio en estos trances: Los alumnos.

Demonios…¿Qué les cuesta llevarse bien?

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