A algunas personas nos resulta difícil esconder lo que sentimos; simular lo que no se siente es inconcebible, porque además, siempre habrá algún detalle que nos pone en evidencia ante los ojos de aquellos que nos observan con detenimiento. Quienes tienen sentimientos transparentes no pueden ocultar sus emociones bajo ninguna circunstancia.
Cuando alguien manifiesta abiertamente que estás feliz o enojado, qué estás triste o melancólico, que experimentas dudas o reflejas inseguridad, te está describiendo como una persona que no necesita describir lo que está sintiendo, su forma de ser queda expuesta abiertamente y puede ser señalada con certeza como una persona transparente.
Me preguntaban si esta característica se cataloga como una virtud o como un defecto del ser; contesté que mientras aquél que se acepte como transparente esté consciente de que puede ser objeto de abuso de parte de los que quieren tomar ventaja de lo que conciben como debilidad o flaqueza de los demás, siempre será un rasgo que denote humildad, honestidad y confianza.
Aquellas personas que son transparentes, por más que se muestren inexpresivas, siempre podrán ser definidas fácilmente como tales, ya que Dios le permite a su espíritu asomarse al exterior, para que muestren la luminosidad con que fueron dotados y recibir de las personas de buena voluntad la respuesta a las necesidades que sin expresarlo manifiesta.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” “Los hombres podemos perfeccionar nuestra ética, pero no podemos crear un corazón limpio”
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