Es cierto, en la Iglesia Católica se ha celebrado este año una Semana Santa atípica. Pero aunque físicamente las familias estuvieron en su casa y siguieron las celebraciones por los medios electrónicos, sin embargo estuvieron unidos por la fe en Jesucristo que es la Cabeza del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Entonces estuvieron unidos en todas las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa, donde se celebran los misterios centrales de la fe: Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

Él es el único Salvador del mundo. Es la expresión más grande del amor de Dios por toda la humanidad, y Él murió y Resucitó por amor a la humanidad.

Y hoy la Iglesia Católica en su Liturgia celebra el Segundo Domingo de Pascua. Y el texto del Evangelio, Jn 20, 19 – 32, invita a contemplar y a reflexionar los frutos inmediatos de la Resurrección de Jesucristo: “Al anochecer del día de la Resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz esté con ustedes”. Entonces el primer fruto de la Resurrección es la paz, pero Jesús había dicho “mi paz les doy, pero no como la da el mundo”.

Agrega el texto: “Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría”. Otro efecto es la alegría, esa alegría de conocerlo a él, de creer en él, y de cumplir sus mandamientos, y así se vive la verdadera alegría que brota del interior de la persona, de su corazón, porque está en paz con Dios, consigo mismo y con los demás.

Agrega el texto: “Después de decir esto, soplo sobre ellos y les dijo: Reciban al Espíritu Santo”. El otro gran regalo de la Resurrección de Jesús es el Espíritu Santo. Y agrega: “A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen les quedarán sin perdonar.

El otro fruto de la Resurrección, es el perdón de los pecados Jesús vino a perdonar los pecados, y a los largo del Evangelio se encuentran muchos casos del perdón que Jesús otorga a diferentes personas, no importando el tamaño de esos pecados. Jesús dijo durante el tiempo de su predicación: “Yo no vine a buscar a los justos, sino a los pecadores

En la situación que se está viviendo me parece que hoy la segunda lectura de la misa, tomada de la primera carta del apóstol san Pedro viene a alentar, y a fortalecer la esperanza para enfrentar lo que está sucediendo: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni mancharse y que él nos tiene reservada como herencia en el cielo. Por esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego”.

Ha resucitado Jesucristo nuestra esperanza.