“Porque ha endurecido este pueblo su corazón, y ha cerrado sus oídos, y tapado sus ojos a fin de no ver con ellos, no oír con los oídos, no comprender con el corazón, por miedo de que, convirtiéndose, yo les de la salud. (Mt 13:15).

A muchos cristianos nos queda claro que Dios se puede manifestar de diversas maneras, y a pesar de que pudiéramos pensar que lo que hoy nos entristece y atemoriza podría ser obra de su enojo, yo diría más bien, que él nos ha advertido en forma continua de los peligros que enfrentaríamos de no seguir un orden establecido, en el cuál se privilegie el amor por nuestro prójimo. Describir a detalle en lo que hemos fallado sale sobrando, pues las evidencias de las consecuencias de nuestros errores están a la vista y desde hace tiempo han estado cobrando la factura a la humanidad.

No es él quien castiga, es el hombre en sí mismo el que se está castigando, recorriendo una y otra vez el camino equivocado, el camino que divide, que discrimina, que atenta contra la vida de los inocentes, que elimina sin misericordia a los que se oponen a sus ideas, el que empobrece aún más al pobre y lo mantiene en una eterna marginación, privándolo de sus derechos más elementales.

Es el egoísmo del hombre, su insaciable sed de poder y de atesorar bienes materiales, el que viola, el que intimida, el que roba. No culpemos al planeta, como algunos dicen que, cansado de tanto soportar nuestra depredación y daños a la ecología y al medio ambiente, hoy nos castiga con toda clase de plagas y calamidades; el culpable sigue siendo el hombre, el que no quiere ver, no quiere escuchar, no quiere sentir con el corazón.

Jesucristo nuestro salvador está aquí, está con nosotros, y de nuevo nos está invitando a dejarlo entrar a nuestro corazón, para que el infinito amor que nos tiene, sea el bálsamo divino que sane todos nuestro males.

“Dichosos vuestros ojos porque ven, y dichosos vuestros oídos porque oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Mt 13:16-17).

Dios todopoderoso, señor y dador de vida, concédenos la gracia de ser dignos de escuchar tu palabra y que esta sea la semilla de amor que germine en nuestro corazón, para dar frutos de vida, de salud, de armonía, de justicia y paz a nuestro mundo.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

enfoque_sbc@hotmail.com